Mejoras en las instalaciones: los JJ.OO. de
Tokio 1964 contaron con un presupuesto nunca visto hasta entonces en la historia del deporte olímpico. El gobierno japonés y el comité organizador tenían dos objetivos primordiales: mostrar al mundo cómo el país había crecido desde su derrota en la
II Guerra Mundial y ser lo más innovadores posibles en todos los aspectos.
Su primer gran logro fue la construcción del complejo de natación ‘
National Gymnasium Pool’, un capricho arquitectónico con forma de concha marina. Allí, los nadadores tenían todo lo que podían necesitar para preparar las pruebas: una segunda piscina para el calentamiento, saunas, baños de vapor, enfermerías, salas de masaje, de reposo y de concentración… Era como una gran ciudad de la natación que mostró el camino a seguir en cuanto a instalaciones en todos los Juegos posteriores.
También se utilizaron por primera vez en unos Juegos los relojes electrónicos para el cómputo de tiempos (la
FINA -Federación Internacional de Natación- ya había probado su eficacia en los
Campeonatos del Mundo de 1963).
Salto con pértiga: Tras 20 años fabricando pértigas de metal, todos los fabricantes llevaban tiempo investigando sobre cómo mejorar la flexibilidad de éstas. Al final, se decidieron por el uso de la fibra de vidrio y carbono gracias al descubrimiento del doctor
Richard Gansen, que llegó a la conclusión de que la fibra de vidrio proporcionaba más impulso a los atletas en el salto. Para ello, realizó un experimento: colocaba una carga de un kilo en el extremo de una pértiga de fibra de vidrio, después la doblaba ejerciendo nueve kilos de presión sobre ella y la soltaba. La pértiga de fibra de vidrio lanzó la carga a un metro de altura, mientras que la de bambú lo hizo a 83 centímetros y la de metal a poco más de 60. La primera empresa que realizó un prototipo fue
Silaflex -en 1960-: la fabricó forjando una malla de fibra de vidrio y rellenándola con resina caliente.
Balones de fútbol: la mayoría de los adelantos en el deporte rey habían estado relacionados con las botas, sin embargo, los balones seguían siendo idénticos desde los años 40 (realizados con tiras de cuero cosidas y cuya circunferencia oscilaba entre 68,5 y 71,1 centímetros). En la década de los 60 se incorpora, por primera vez en mucho tiempo, un elemento novedoso: la válvula inflable. Gracias a la goma con la que estaba elaborada, los balones ya no eran tan pesados y respondían mejor a los golpeos con el pie y con la cabeza. También se cambió su color: del marrón al blanco, para que fuera más fácil de distinguir entre los que veían el partido por televisión.
Bebidas isotónicas: A principios de los años sesenta, un equipo de investigación de la Universidad de Florida encabezado por el
Doctor Robert Cade, comenzó a desarrollar una bebida que reponía rápidamente los líquidos del cuerpo y ayudaba así a evitar una fuerte deshidratación debido al calor y al esfuerzo físico. El resultado final fue una fórmula especial que, en 1965, empezaron a probar algunos miembros del equipo de fútbol americano de dicha universidad. Esta nueva bebida se llamó
Gatorade (nombre que unía el mote por el que era conocido el equipo de la universidad: los ‘gators’ -abreviatura de ‘aligators’, es decir, caimán- y las tres últimas letras del apellido de su creador) y su función era recuperar más rápidamente del esfuerzo a los deportistas.
Las bebidas isotónicas reponen la pérdida de agua y sales minerales -que se comienzan a perder tras ejercicios físicos de más de una hora de duración-. Su función es triple: llevan azúcares al cerebro favoreciendo su actividad, mantienen la presión sanguínea y el volumen de sangre en el cuerpo y, por último, ayudan a que la sangre fluya adecuadamente por los músculos, llevando hasta ellos el combustible que necesitan (los azúcares).
Raquetas de tenis: Los años 60 trajeron multitud de avances en el tenis que todavía hoy siguen vigentes. El más importante fue la aparición de la primera raqueta que no estaba fabricada en madera. En 1967, la fábrica francesa
Lacoste patentó la primera raqueta de acero de la historia: era más ligera y resistente que las de madera y ampliaba la superficie de contacto con la pelota ya que su cabeza era más grande.
Además, en 1960, las pelotas de tenis (hasta entonces de color blanco) pasaron a ser amarillas por pura necesidad: gracias a su nuevo equipamiento, los jugadores golpeaban la pelota cada vez más fuerte de forma que, para los espectadores, para los jueces de pista e incluso para ellos mismos, era muy difícil seguir el juego.
Un cambio mucho más importante fue la elaboración de pelotas de tenis de diferentes presiones. Esa solución se sigue utilizando hoy día en ciudades situadas muchos metros por encima del nivel del mar para que en el bote de la pelota no influya tanto la altitud a la que se encuentra la pista.
Zapatillas de atletismo: como ya hemos indicado, la evolución del calzado que se usaba para practicar atletismo estaba casi completa, así que los fabricantes se concentraron en reducir su peso: el record de ligereza lo estableció
Adidas con las zapatillas que
Adebe Bikila utilizó en los Juegos de 1964. Sólo pesaban 164 gramos, repartidos casi en su totalidad en la parte trasera de la zapatilla para adaptarse así a la forma de correr del atleta africano -ligeramente inclinado hacia delante-.
Bikila ganó la medalla de oro en la maratón de
Tokio (repitiendo su éxito de Roma 1960, donde ganó ¡corriendo descalzo!). Tras su triunfo, los periodistas le preguntaron sobre las bondades de sus zapatillas:
Bikila contestó que no notaba la diferencia entre correr descalzo y con estas zapatillas. Fue la mejor publicidad que
Adidas podía recibir.
Marcadores y tiempos en pantalla: no se trata de un hito tecnológico relevante para los deportistas, pero contribuyó de forma decisiva a que el público comenzara a acudir en masa a los estadios y a que millones de personas sigan hoy día el deporte por televisión. Desde 1968, la compañía
Omega ofrece un sistema que permite ver, en la pantalla de la televisión y en tiempo real, los tiempos y marcas de los deportistas, algo inimaginable hasta entonces. Además, también ofrecía esos mismos datos a través de los marcadores electrónicos de los estadios, de forma que el público asistente contaba con una información vital, que hasta ese momento desconocía cuando veía un acontecimiento deportivo en directo.
Paneles electrónicos en las piscinas: Se estrenaron en los J
uegos Olímpicos de 1968 y pretendían solucionar las polémicas en las competiciones de natación. Hasta ese año, un juez se colocaba en cada calle para asegurarse de que el nadador tocaba la pared de la piscina antes de girar y volver a hacer otro largo. Lógicamente, debido a lo complicado de esta misión, los errores proliferaban.
Omega proporcionó la solución con unos paneles electrónicos que se instalaban en cada calle: medían 90 centímetros de alto por 240 de ancho y dos tercios de su superficie estaba debajo del agua. El panel reaccionaba ante cualquier ligero toque de uno de los dedos del nadador, enviando una señal eléctrica que paraba el crono. Era tan sofisticado que los ingenieros de
Omega habían medido cual podía ser la presión ejercida por el dedo un ser humano en cualquier circunstancia (desde un roce hasta una presión firme). Lo que más les costó fue evitar que el panel no reaccionara a los movimientos del agua.
Para ver el resto del reportaje pincha aquí