jueves, 14 de febrero de 2008

Racismo en el Deporte. Los negros no pueden jugar con los blancos

En EE.UU. hubo una liga de béisbol para blancos y otra para negros hasta 1947. Hoy en día, en algunos estadios, los futbolistas negros sufren insultos incluso de sus seguidores. Repasamos algunos de los hechos más vergonzosos causados por el racismo en el deporte

Por Rubén de las Heras

Los deportistas negros no tienen nada que envidiarle a los blancos. Jesse Owens se lo demostró a Adolf Hitler durante los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936. El atleta estadounidense logró, ante las mismas narices del 'Führer', cuatro medallas de oro (100 y 200 metros lisos, salto de longitud y relevo 4x100 metros), convirtiéndose en el gran triunfador de aquella edición de los Juegos en pleno apogeo del nazismo en Alemania. El aparato de propaganda nazi trató de aprovechar al máximo la atención que generaba la disputa de los Juegos en Berlín para promover la superioridad de la raza aria y mostrar a los de origen africano, a los que se calificaba como bastardos de Renania, como inferiores. La escena de Hitler abandonando el palco del estadio Olímpico de Berlín para evitar así felicitar públicamente -aunque sólo fuera aplaudiendo su triunfo desde su asiento- a Owens, tras presenciar su gesta, ha pasado a la historia del deporte. Claro, que si lógica era esa reacción por parte de Hitler, más duro debió de resultar para Owens el regreso a casa. Y es que, pese a todo, seguía teniendo más derechos en la Alemania nazi de 1936 (se le permitía, por ejemplo, alojarse en el hotel con el resto de compañeros blancos) que en su propio país. Así lo relataba Owens en su autobiografía (The Jesse Owens Story, 1970): “Cuando volví a Estados Unidos, después de todas las historias sobre Hitler, no pude viajar en la parte delantera del autobús. Volví a la puerta de atrás. No podía vivir donde quería. No fui invitado a estrechar la mano de Hitler, pero tampoco fui invitado a la Casa Blanca a dar la mano al Presidente”.
De hecho, los prejuicios racistas, que estaban a la orden del día en muchos países, y no sólo en el aspecto deportivo sino también en el resto de apartados sociales, han sido una realidad relativamente común hasta prácticamente nuestros días.

Una liga para negros… otra para blancos
Así, por ejemplo, hace tan sólo 60 años, los negros no podían jugar al béisbol en Estados Unidos… No al menos en la liga de los blancos: ellos tenían su propia competición, la 'Negro League'. Claro que estamos hablando de un país en el que, hasta pocos años antes, las personas de color no podían sentarse en el autobús en el mismo asiento que sus compatriotas blancos. O en el que las clases se impartían en aulas separadas en virtud del color de la piel.
Y es que, a lo largo de la historia, los deportistas de raza negra han sufrido todo tipo de desplantes, cuando no humillaciones, por parte de todos los estamentos deportivos. Incluso el Comité Olímpico Internacional ha sido ‘cómplice’ en alguna ocasión de estos actos: en 1968, por ejemplo, durante la celebración de las Olimpiadas de México, descalificó la actitud de Tommie Smith y John Carlos, dos atletas estadounidenses de raza negra que, durante el acto de entrega de medallas, protestaron públicamente por el trato que sufrían los negros en su país. El COI decidió que el escenario no era el apropiado para reivindicaciones políticas y les excluyó de los Juegos.

Kameni, humillado en su estadio
Desgraciadamente, en la actualidad, todavía siguen quedando en los recintos deportivos reminiscencias de ese lamentable pasado. En los últimos años han sido los actos provocados en torno al mundo del fútbol –al menos en el caso de España- los que han adquirido más protagonismo. Los ya famosos casos de Samuel Eto’o y de Luis Aragonés se podrían incluso tratar de justificar alegando la intención de descentrar al rival o motivar al jugador propio, pero en el caso de Kameni, portero del Espanyol, quedan muy pocas dudas sobre las intenciones abiertamente racistas de quienes le insultan: al meta del Espanyol le han llegado a lanzar plátanos en Montjuïc, su propio estadio. Según gente de su entorno, esos ataques han afectado a su juego y a su habitual carácter.




Racismo en el automovilismo

Uno de los episodios más vergonzosos de la historia de las competiciones automovilísticas tuvo lugar el 1 de diciembre de 1963, durante la celebración en Jacksonville (ciudad de Florida, uno de los estados con mayor implantación del Ku Klux Klan) de la carrera del Grand National, una de las pruebas de velocidad más prestigiosas de la época. Ese día, el piloto de raza negra Wendell Scott, quien llegó a participar en 495 carreras en diferentesWendell Scott competiciones, cruzó la línea de meta en primera posición. Sin embargo, el director de la prueba se negó a mostrar la bandera a cuadros que significaba la conclusión de la carrera y esperó a que el segundo clasificado finalizara la prueba para hacerlo. Para colmo, los organizadores no se atrevieron a entregarle el trofeo de ganador hasta que todo el público abandonó el recinto. Varios días después, los organizadores rectificaron e hicieron pública una nota de prensa en la que se otorgaba oficialmente la victoria a Scott y justificaba el lamentable espectáculo por un simple error, algo difícilmente creíble.
Tal vez, el mejor ejemplo de lo difícil que lo han tenido los pilotos de color en el mundo del automovilismo sea el de que hayan tenido que pasar 57 años para que un piloto de raza negra, Lewis Hamilton, debutara en la Fórmula 1.


Racismo en los Juegos Olímpicos

Sin duda, uno de los momentos más tristes y recordados de la historia de los JJ.OO. y del deporte en general fue el que protagonizaron Tommie Smith y John Carlos 1968, celebrada en México. Estos dos atletas afroamericanos que representaban a Estados Unidos lograron las medallas de oro y bronce, respectivamente, en la prueba de los 200 metros. Pero, durante la ceremonia de entrega de medallas, lejos de sentirse felices y exultantes por su triunfo, su rostro mostraba un semblante serio. Cuando comenzó a sonar el himno estadounidense ambos agacharon la cabeza y levantaron su puño,
John Carlos y Tommie Smithenfundado en un guante de color negro –que simbolizaba el ‘Black Power’-, para mostrar su repulsa por la discriminación que vivían los ciudadanos negros en la que se auto consideraba la nación más democrática del mundo: en ella, los negros no podían ni siquiera sentarse en los mismos asientos que los blancos dentro de los autobuses.
El atleta australiano Peter Norman, ganador de la medalla de plata, se solidarizó con sus compañeros de podio. Sin embargo, el Comité Olímpico Internacional no fue tan condescendiente con ellos: los expulsó de los Juegos alegando que no eran el sitio ideal para reivindicaciones políticas.


Racismo en el Béisbol

En Estados Unidos, cuna de este deporte, existía una liga para blancos –la MLB- y otra para negros –la 'Negro League'-. El origen de esta situación se remonta a marzo de 1887, momento en el que Adrian Anson, el entrenador más poderoso de la liga, reunió a todos los propietarios de los clubes para proponerles la necesidad de mantener 'puro' su deporte, ante la avalancha de jugadores de raza negra que habían comenzado a poblar los equipos de la Liga. Aquel mismo día se selló un pacto de caballeros por el que todos los propietarios se comprometían a no fichar a ningún jugador afroamericano, y a despedir a todos los que estuvieran jugando en ese momento.
Jackie Robinson
La marginación duró hasta 1947, año en el que A.B. Chandler –en ese momento máximo responsable de la liga- renegó del acuerdo: “Si un negro puede luchar para Estados Unidos en Okinawa o Guadalcanal, también puede jugar al béisbol”. Finalmente fue Wesley Branch Rickey, dueño de los Dodgers de Brooklin –Nueva York-, quien tomó la iniciativa y contrató a un talentoso bateador negro: Jackie Robinson. Robinson fue elegido mejor novato en su primera temporada y jugador más valioso de la Liga dos años después. Pese a ello, tuvo que soportar todo tipo de humillaciones: los lanzadores le tiraban la bola a la cabeza, los catchers le escupían en las botas, recibía constantes amenazas de muerte y, en muchas ciudades, debía alojarse, por seguridad, en un hotel diferente al de sus compañeros.


Racismo en el Fútbol

Si bien en España no podemos dar ejemplo: aún está cercano el recuerdo de Samuel Eto’o amenazando con abandonar un partido ante los incesantes pitos, acompañados de la imitación del ruido que emiten los monos, de la hinchada del Zaragoza cada vez que tocaba un balón; o la descontextualizada (aunque en cualquier caso reprobable) arenga del seleccionador nacional Luis Aragonés a José Antonio Reyes (en aquellos momentos compañero de Thierry Henry en el Arsenal): “Cuando vuelva
Samuel Etoo quiero que le diga al negro: yo soy mejor que usted”, le espetó durante un entrenamiento del combinado nacional; la situación no es tan dramática como en otros estadios europeos, especialmente italianos y holandeses.
Por ejemplo, en octubre del año 2004 el colegiado holandés René Temmink suspendió el partido de la liga holandesa que disputaban los equipos de La Haya y PSV por gritos antisemitas (los judíos y los árabes son los objetivos preferentes de los ultras holandeses). El odio a los hebreos también es extremo en las gradas del Olímpico de Roma cuando juega el Lazio (durante sus partidos es habitual ver la grada plagada de símbolos fascistas y Paolo Di Canio, delantero del equipo, fue sancionado por hacer el saludo fascista a la grada): en 1998 colgaron el cartel “Auschwitz vuestra patria, los hornos vuestras casas”, y en 2001, en un derbi contra el Roma, atacaron a su máximo rival con la siguiente pancarta: “Equipo de negros, fondo de judíos”.



El Apartheid

Se trata de uno de los casos más recientes, ya que en Sudáfrica estuvo institucionalizada por ley la separación de blancos y negros, en virtud del régimen político del apartheid, hasta 1991. Por supuesto, eso incluía que los deportistas de distinta raza estaban obligados a competir por separado. Tampoco se permitía que los equipos extranjeros que acudían allí fueran mixtos, ni que los equipos de personas blancas se enfrentaran con los formados por deportistas de raza negra. Afortunadamente, el COI intervino en 1959, prohibiendo a Sudáfrica participar en los Juegos Olímpicos de Tokio 1964 y marginándola del resto de competiciones internacionales.


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