sábado, 28 de junio de 2008

Tema Central enero ( I )

Tesla


Tecnología y deporte (Parte 1: 1900-1980)

Por Borja Pérez

Los avances tecnológicos han colaborado de forma crucial a mejorara las marcas de los deportistas, curar sus lesiones o hacer más vistosa una competición. En ‘+QFútbol’ hemos hecho un repaso de la evolución tecnológica aplicada al deporte desde principios del siglo XX hasta nuestros días. Debido a la gran cantidad de innovaciones hemos dividido el reportaje en dos partes: los inicios (1900-1980) y la revolución tecnológica (1980-2008), que publicaremos próximamente.

A lo largo del siglo XX han sido muchas las personas que han dedicado su vida a mejorar la de los atletas y deportistas. En muchas ocasiones, su labor ha sido tan importante -el desarrollo de algunos deportes hubiera sido imposible sin su ayuda-, como anónima. Pero lo cierto es que la evolución tecnológica asociada al mundo del deporte ha sido constante, habiendo llegado un punto en el que su uso se ha convertido en algo imprescindible: así, por ejemplo, hoy día no se concibe un partido de fútbol americano sin que los árbitros puedan ver la repetición de una jugada conflictiva y así tomar una decisión sin equivocarse, o un partido de tenis sin el ya famoso ‘Ojo de halcón’.

Es más, la influencia de la tecnología es tan decisiva que muchos atletas participan activamente en el diseño de su ropa, prueban distintas aleaciones hasta que dan con el material que mejor se adapta a sus características e, incluso, animados por las enormes ventajas que muchas novedades tecnológicas les han proporcionado, se dejan llevar por modas de productos que prometen grandes ventajas pero que no mejoran su rendimiento. Es el caso de las tiritas nasales que muchos deportistas utilizaban para respirar mejor: su eficacia era más que dudosa, pero se vendieron millones en todo el mundo.

Hoy día, los aficionados al deporte compran de forma masiva los tecnológicos productos que los deportistas prueban en las pistas o estadios (los europeos nos gastamos aproximadamente 36.250 millones de euros en material deportivo cada año, según datos de la división tecnológica de la empresa Bayer). Pero, para ello, antes tuvo que existir la figura tanto del inventor como de una empresa dispuesta a fabricar esos productos. Así que, el segundo factor clave en la evolución tecnológica en el deporte es la inversión realizada por las empresas de material deportivo.

El nacimiento de la marca

Desde principios de siglo XX y amparadas en el gran desarrollo industrial de la época, muchas empresas textiles y del calzado empezaron a fabricar prendas y zapatillas creadas específicamente para los deportistas. En principio, no se planteaba su venta al gran público pero, finalmente, las innovaciones aplicadas para que los atletas batieran sus mejores marcas fueron poco a poco extendiéndose a los productos destinados a los aficionados al deporte.
En los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna (Atenas 1896) los deportistas llevaban incómodas camisetas de algodón y zapatos pesados como ladrillos. Sólo diez años después (en los Juegos de Saint Louis) la indumentaria de los atletas había cambiado por completo: los zapatos habían dejado paso a las botas y zapatillas hechas a medida, mientras que las camisetas no tenían mangas y eran mucho más ligeras. La evolución fue constante a partir de entonces: en 1912 se implantó el uso del cronómetro y de la ‘foto-finish', con lo que no sólo las innovaciones en el equipamiento tenían su hueco en el mundo del deporte, sino que el desarrollo de inventos relativamente recientes (como la fotografía) también encontraban su aplicación en las competiciones.
Así que, los fabricantes de productos deportivos comenzaron a pensar tanto en mejorar el rendimiento de los deportistas como en ampliar sus miras comerciales: Adidas fabricó su primera zapatillas con clavos en 1927 y la japonesa Mizuno ya tenía una factoría en 1913 que elaboraba los mejores guantes y bates de béisbol de forma industrial. Sin estas empresas pioneras, la evolución hubiera sido mucho más lenta; con su empuje, antes de la Segunda Guerra Mundial se alcanzó una segunda etapa en el desarrollo del material que utilizaban los atletas (botas, ropa… pero también la mejora de las armas que se utilizaban en esgrima o el material con el que se construían las pértigas o las jabalinas) que, junto con la explosión de los medios de comunicación -y en concreto el de la televisión- van a configurar definitivamente lo que hoy día entendemos como deporte: una mezcla de espectáculo e intereses comerciales.
Ya en los años 60 los avances técnicos aplicados al deporte de elite comienzan a ser incontables. Aparecen compuestos como el aluminio o el grafito, que permiten fabricar bicicletas y raquetas más ligeras, las zapatillas se diseñan específicamente para cada atleta y pesan menos de 100 gramos -las de principios de siglo podían llegar a pesar hasta un kilo-. Y, aunque las competiciones deportivas actuales tienen muy poco que ver con las de hace varias décadas, seguro que te sorprenderá descubrir que muchos elementos imprescindibles en nuestra época (desde las repeticiones en cámara lenta hasta las camisetas que transpiran el sudor) se gestaron hace ya muchos años.

Y esto es sólo un adelanto de lo que os ofreceremos el mes que viene. Con el desarrollo, en los años 80, de la electrónica, comenzó una revolución tecnológica que ha cambiado el mundo por completo. Lógicamente, esto también ha afectado al mundo del deporte: zapatillas con chips que corrigen -según el peso y la presión ejercida- el grado de amortiguación que tienen que ejercer la suela, la utilización de técnicas destinadas a la carrera espacial para fabricar los barcos de la Copa América de vela; por no citar a la Fórmula 1, donde cada décima robada al resto de escuderías en el túnel de viento (una sala que simula como se adapta la aerodinámica del coche a las condiciones reales de la pista y que también utilizan los ciclistas) tiene un valor incalculable para las escuderías.


1901-1920

1920


Estos eran los primeros años del deporte y la competición (los segundos juegos olímpicos de la era moderna se diputaron en Paris, en 1900), así que la indumentaria de los atletas era muy primitiva: la lana y el algodón eran los compuestos principales de de la mayoría de prendas deportivas, que eran pesadas y llevaban molestos cuellos o mangas que limitaban el movimiento de los deportistas. En esos momentos no se pensaba en cómo la tecnología podía mejorar la vida del atleta, pero poco a poco esa tendencia fue cambiando gracias a la aparición de algunas innovaciones:


Zapatilla con clavos: A finales de siglo XIX Joseph William Foster, natural de Bolton (Inglaterra), creó el primer zapato con clavos -diseñados para poder tener mejor agarre a la hora de correr en las pistas de arena-. Fueron las primeras zapatillas de atletismo, en un principio fueron fabricadas para el propio Foster -que las bautizó como ‘spike of fire’, clavos de fuego en castellano-, pero muchos otros atletas le pidieron un modelo igual, así que Foster abrió un negocio en 1900 que ya contaba con muchos clientes internacionales. La mejora de la zapatilla original llevó a la compañía a crear la ‘Foster Deluxe Spike’, ésta era tan buena que 50 años después muchos atletas preferían seguir usándolo en detrimento de otros modelos más modernos. Años después, los nietos de Foster cambiaron el nombre a la empresa, denominándola Reebok - que significa gacela africana- tras buscar en un diccionario palabras que sonaran bien-.

Primera zapatilla de atletismo



Zapatilla de baloncesto: En 1917, Chuck Taylor y la empresa Converse Rubber Shoe Company diseñan a la par la primera bota de baloncesto. Era de lona, tenía una suela de goma que sujetaba muy bien al deportista dentro del parqué y protegían el tobillo -zona muy sensible a las lesiones en este deporte-. Su impacto en EE. UU. fue total: todos los jugadores y equipos profesionales de la época empezaron a llevar Converse en sus pies, entre ellos los New York Renaissance -el primer equipo integrado en su totalidad por jugadores negros-.

Converse Chuck Taylor


Pelota de tenis de mesa y raquetas: las primeras estaban hechas de celuloide, poco después -alrededor de 1903-, la pelota no tenía ya costuras (hasta entonces se construía con dos partes separadas que se pegaban con adhesivo) en cuanto a las raquetas las había de dos tipos: con pala de goma y encordadas (como si fueran raquetas de tenis en miniatura). Si estas dos innovaciones el tenis de mesa jamás hubiera llegado a lo que es hoy.

Primeros sets de ping pong



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jueves, 19 de junio de 2008

Sprint Final. Curiosidades e historias del mundo del deporte

Anecdotario

A finales de los años 30, la estrella de los Chicago Bears -un equipo de fútbol americano- era Sidney Luckman, hijo de inmigrantes judíos alemanes. El padre de Sidney, que era sastre en Alemania antes de huir de su país por la persecución de los nazis, apenas había visto jugar a su hijo y desconocía las reglas del juego. El primer partido de su hijo que vio el viejo Luckman fue contra unos rivales directos de los Bears en la lucha por el título, los New York Giants. Sidney estaba realizando un gran encuentro pero, en un momento del encuentro, Sid recibió el balón y se vio rodeado por varios adversarios con intención de derribarle. El público se quedó mudo esperando el final de la jugada, pero un grito con acento alemán rompió esa quietud: “Sydney dale el balón a esos chicos, yo te compraré otro”.

Sidney Luckman


Diccionario Deportivo

Touché: en castellano significa ‘tocado’. En esgrima sirve para otorgar un punto a uno de los tiradores. Cada vez que la punta del arma (ya sea florete, espada o sable) de uno de ellos toca una parte del cuerpo del rival se considera que el primero ha ‘tocado’ al segundo y se anota un punto en su marcador. El origen de la utilización de este término hay que buscarlo en los duelos ‘a primera sangre’ que se practicaban en el siglo XVIII y que servían para limpiar el honor mancillado de alguno de los contendientes. El duelo se iniciaba cuando uno de los duelistas retaba al otro a batirse en un combate: primero se utilizaron espadas y, posteriormente, armas de fuego. En estos duelos no se buscaba matar al contrario sino restaurar la afrenta con la derrota del rival. Así, cuando uno de los duelistas conseguía un ‘tocado’ -que su espada provocara una herida a su contendiente- se le consideraba el ganador del duelo.

Para encontrar el significado etimológico de la palabra ‘tocado’ hay que ahondar un poco más, ya que touché no procede del francés, como mucha gente piensa; es una adaptación que hicieron en el país galo de una palabra usada por los vikingos en los tiempos en los que estos atacaban sin descanso las costas francesas, allá por el siglo IX. Desgraciadamente, los historiadores no se ponen de acuerdo sobre el verdadero significado de la palabra en idioma vikingo, unos aseguran que era ‘duelo’, otros dicen que era ‘batalla’.



El club de los cinco

Los cinco momentos más sorprendentes del deporte (Fuente: The Observer)


Buster Douglas

Buster Douglas derrota a Mike Tyson: Sucedió en 1990, cuando Mike Tyson era el campeón de los pesos pesados y parecía imbatible. No fue así, un completo desconocido, Buster Douglas, le dejó fuera de combate en el décimo asalto. Su victoria provocó algún ataque al corazón a quien apostó a favor del aspirante: las apuestas estaban 42 a 1 en su contra.


john Daly


La victoria de John Daly en el PGA de 1991: Llegar y besar el santo. John Daly se había apuntado al circuito de la PGA -la federación americana de golf- en 1991. En su primera actuación en el Campeonato de la PGA (uno de los cuatro grandes junto con el Open Británico, el Masters de Augusta y el Open de EE.UU) ganó el torneo siendo un completo desconocido.


Cantona


La patada de Eric Cantona: El francés era un gran jugador de fútbol, pero con muy malas pulgas. Todas ellas salieron a relucir en 1995 cuando agredió a un hincha del Cristal Palace con una patada voladora de Kung-Fu. No es que sea un momento especialmente brillante en la historia del deporte, pero sí fue sorprendente. A Cantona le cayeron 10 meses de suspensión.


goran Ivanisevic


Goran Ivanisevic gana Wimbledon en 1995: El tenista croata no iba a participar en el torneo inglés, pero los organizadores le otorgaron una wild-card (una invitación). La aprovechó bien, porque se hizo con el título tras vencer en la final, con mucho sufrimiento, al australiano Patrick Rafter: el marcador final fue 6-3, 3-6, 6-3, 2-6 y 9-7. Por cierto, era su tercera final, las dos anteriores las había perdido.


EEUU

Inglaterra 0, EE. UU. 1: Sucedió en la Copa del Mundo de Brasil 1950. Inglaterra aún no había ganado ningún Mundial y no era rival para los grandes favoritos: Uruguay y Brasil. Sin embargo, la derrota de los inventores del fútbol contra la débil Estados Unidos fue el bombazo de ese Mundial… hasta que se produjo el Maracanazo.



Y POR QUE... Jamaica tiene un equipo de bobsleigh

En Jamaica no es que nieve en abundancia, es que nunca lo ha hecho en los tiempos modernos. Por eso, que existiera un equipo jamaicano de Bobsleig -deporte de invierno que consiste en lanzar un trineo, tripulado por dos o cuatro personas- por un tobogán de hielo lleno de cuervas- podría ser más creíble como chiste que como hecho histórico. Pero así fue: en 1988, en los Juegos Olímpicos de Calgary, participó el primer equipo del caribe en una olimpiada de invierno. La explicación a este acontecimiento hay que buscarla un años antes de la disputa de los juegos, cuando dos americanos: George B. Fitch and William Maloney estaban vacaciones en Kingston -capital de Jamaica- vieron una competición local de carros con ciertas similitudes al bobsleigh. Se creé que fue Fitch quien soltó la bomba: “hagamos el primer equipo jamaicano de bobsleigh y participemos en los Juegos”. Con poco presupuesto, menos entrenamiento y a ritmo de Reggae se consiguió el objetivo. Los jamaicanos no hicieron un brillante papel, pero han conseguido gestas que nadie esperaba de ellos: como uno de los integrantes de aquel primer equipo -Lascelles Brown- consiguiera una medalla de plata en la especialidad de dúo en el año 2006. Ya no era jamaicano, puesto que se había nacionalizado canadiense, pero su gran actuación acabó de pronto con muchos prejuicios. La insólita historia del equipo jamaicano se llevó al cine en la película ‘Cool Riders’ (Elegidos para el triunfo).


Si no lo veo no lo creo

Si no sueles seguir el hockey sobre hielo por televisión estás imágenes de una pelea en medio de un partido te pueden extrañar. Claro que lo realmente alucinante es que estén permitidas: los árbitros deben dejarles pelear hasta que uno de los dos ‘pugiles’ sangre y siempre que no intervengan el resto de jugadores.




Chico y Chica del mes

Kelly Slater: El surfista, más conocido por su participación en ‘Los Vigilantes de la Playa’ fue elegido por la revista Sports Illustrated como el deportista con mejor aspecto de 2006.



Amanda Beard: La nadadora americana tiene uno de los currículos más impresionantes de su deporte: medallas de oro, plata y bronce en los tres últimos Juegos Olímpicos, pero también es conocida por su faceta como modelo, su última aportación: ser portada de la revista Playboy en marzo de este año.



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lunes, 16 de junio de 2008

Historia de los Juegos Olímpicos ( VI )


Los Juegos Olímpicos de Londres 1908

Por Jorge Corrales

Aunque parecía francamente difícil superar el listón de los Juegos de Londres, casi hay unanimidad histórica en el hecho de que las de Estocolmo fueron las olimpiadas más brillantes y mejor organizadas de las que se habían disputado hasta entonces. Así, por ejemplo, en esta edición se usó por primera vez y con gran éxito el cronometraje eléctrico y la foto finish, lo que acabó definitivamente con las decisiones polémicas y evitó numerosos conflictos -como los que se habían producido en anteriores ediciones-.

Por primera vez se disputaron en un periodo de tiempo acotado y no coincidieron con ninguna feria ni exposición -algo que no sucedía desde la edición inaugural de Atenas-: fue entre el 5 de mayo y el 27 de julio. También por primera vez se construyó un estadio olímpico expresamente concebido para la disputa de los Juegos: el Djurgarden de Estocolmo. Tenía apariencia de fortaleza o castillo medieval, estaba edificado en ladrillo de color gris volcánico, y contaba con un aforo para 32.000 personas. Durante la celebración de las pruebas siempre estuvo repleto de público. Al éxito deportivo (se batieron numerosos récords que perduraron durante años) se sumó, por primera vez, el económico: los organizadores recaudaron unas 106.000 coronas suecas, con unos beneficios de casi 47.000 coronas.

También hay que destacar que, pese a las reticencias del barón Pierre de Coubertin, muy conservador y reacio a la participación femenina en los Juegos Olímpicos, nada menos que 57 mujeres, casi el doble que en Londres, participaron en esta edición. Además, de forma paralela a la disputa de estas olimpiadas, se celebraron concursos de literatura, música, pintura, escultura… a cuyos ganadores también se les premió con sus correspondientes medallas.

Pero, entre tanto éxito, también hubo tiempo para una nota trágica: la primera muerte de un competidor durante la celebración de unos Juegos. El portugués Francisco Lázaro falleció durante la disputa de la maratón, extenuado de cansancio. La prueba ya había estado a punto de no disputarse. La organización sueca trató de suspenderla ante sus temores -que luego se confirmaron- sobre la dureza de la prueba, algo a lo que el Comité Olímpico Internacional se negó alegando que era la prueba atlética más emblemática. Y, aunque incluso se les exigió a los corredores un certificado médico para permitirles participar, no se puedo evitar la tragedia.




Precisamente, la prueba de la maratón fue también la protagonista del hecho más curioso de estos Juegos: la desaparición del corredor japonés Shizo Kanakuri. Kanakuri se esfumó durante la competición, lo que provocó un enorme revuelo, y no se volvió a saber nunca nada más de él… hasta 1966, cuando fue localizado y entrevistado por la televisión sueca. ¿Su explicación? De una sencillez pasmosa: se paró a beber agua y, como se encontraba sin fuerzas, decidió abandonar la carrera y, poco después, el país ¡sin avisar a los organizadores!
El tremendo éxito de la edición de Estocolmo 1912 permitió a los Juegos Olímpicos superar el obligatorio paréntesis de ocho años a consecuencia del estallido en Europa de la Primera Guerra Mundial (1914-1918).


Jim Thorpe: 72 años para recuperar...

Una de las actuaciones más destacadas de estos Juegos corrió a cargo del estadounidense Jim Thorpe. El atleta de origen indio, apodado 'el gigante indio de Carlisle', aunque su verdadero nombre significaba Sendero Brillante- venció en las pruebas de decatlón y pentatlón estableciendo sendos récords del mundo. Incluso, durante la ceremonia de recogida de medallas, Gustavo V, Rey de Suecia, le mostró su admiración: “Señor, es usted el atleta más grande del mundo”, le dijo. Sin embargo, un periódico sensacionalista publicó una foto en la que se podía apreciar a Thorpe formando en un equipo de béisbol del Estado de Carolina y asegurando que cobraba un sueldo profesional -recordemos que en los Juegos estaba prohibida la participación de deportistas profesionales-. Pese a que se trataba de una Liga poco importante -de categoría regional-, que cobraba un salario ridículo -60 dólares al mes- y que otros deportistas realizaban prácticas similares -por lo que se generalizaron las sospechas de que en realidad se trataba de un caso flagrante de racismo por sus orígenes indios- fue ‘acusado’ de “profesionalismo”, sancionado, y despojado de sus dos títulos olímpicos. Sus medallas fueron entregadas a los atletas que habían acabado en segunda posición; pero éstos renunciaron a ellas como gesto de admiración hacia el atleta estadounidense. Thorpe nunca superó esta afrenta y reclamó sus medallas hasta el mismo día de su muerte, en 1952.

Finalmente, este reconocimiento le llegó 30 años después de su fallecimiento, durante la disputa de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 84, cuando sus nietos y herederos recibieron del entonces presidente del COI, el español Juan Antonio Samaranch, las dos medallas que le habían sido retiradas 72 años antes. Su vida fue llevada al cine en el filme de 1951 ‘Jim Thorpe. All-American’, protagonizada por Burt Lancaster.


Grandes momentos y curiosidades

- Entre los participantes de la prueba de pentatlón se encontraba George S. Patton, quien años más tarde se convertiría en uno de los generales más importantes del ejército de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial: acabó en quinta posición.

- El equipo sueco de atletismo tuvo una actuación tan destacada como sorprendente para un país que no era, ni mucho menos, una potencia deportiva. El mérito corresponde a Ernie Hjertberg, entrenador del equipo. Hjertbert había regresado de Estados Unidos, país donde residía, para hacerse cargo de los atletas de su país de cara a las olimpiadas. Allí puso en práctica, con gran éxito, todas las técnicas de entrenamiento que había aprendido al otro lado del charco.

- Hasta estos Juegos, la maratón la habían ganado siempre atletas relativamente bajitos. En Estocolmo, la victoria es por primera vez para un hombre de gran estatura: se trataba de K.K. McArthur, un policía sudafricano que medía 1,90 metros.

- En la competición de lucha, el ruso Klein y el finlandés Asikainen protagonizaron un combate que duró ¡once horas! Los finlandeses ganaron tres de los cinco títulos de este deporte.

- En estos Juegos aparece el primero de los “Finlandeses voladores” (una gran generación de atletas finlandeses, entre los que destacó Paavo Nurmi, que dominaron de forma absoluta las pruebas de media y larga distancia durante los años 20). Se trataba de Hannes Kolehmainen que venció en las pruebas de 5.000, 10.000 y 8.000 metros campo a través. Ocho años después, en los Juegos de Amberes volvió a sorprender a todos ganando la prueba de la maratón.


Países participantes

En esta edición participaron 2.407 atletas (casi un 20% más que en Londres, lo que demuestra el buen ritmo al que progresaba el movimiento olímpico), entre los que había 57 mujeres (cuya representación también quedaba definitivamente asentada). En total, participaron de 28 países y el programa constó de 14 deportes. Estados Unidos acabó primero en el medallero, logrando 25 títulos, pero los anfitriones fueron los que más medallas ganaron -65-.


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miércoles, 11 de junio de 2008

Historia de los Juegos Olímpicos ( V )

Londres 1908

Los Juegos Olímpicos de Londres 1908

Por Jorge Corrales

El movimiento olímpico tenía una cuenta pendiente con Londres. Después de los estrepitosos fracasos de las dos ediciones anteriores, Paris 1900 y Saint Louis 1904, la que por aquel entonces era la capital más importante del mundo puso todo su empeño en regenerar la competición. Y lo consiguió. Para empezar, para albergarlos se construyó un gran estadio, el Sheperd’s Bush, con capacidad para casi 70.000 espectadores. Y, aunque al principio no hubo la afluencia de público que se esperaba, con el paso de los días los Juegos de Londres fueron atrayendo cada vez a más y más gente, consiguiendo un gran éxito de asistencia.
Lo curioso es que los Juegos de 1908 se iban a celebrar en la ciudad italiana de Roma. Sin embargo, la erupción del monte Vesubio el 7 de abril de 1907 provocó que el gobierno italiano tuviera que volcar todos sus esfuerzos económicos en la reconstrucción de la ciudad de Nápoles, que había quedado totalmente devastada. Aunque la rumorología del momento también contaba que la presión ejercida por Milán y Turín (que no deseaban que una ciudad ‘rival’ a nivel nacional celebrase los Juegos, aunque su país perdiera la organización de éstos) fue la verdadera culpable de que esta edición olímpica no se disputara finalmente en Roma.

Pese a que, una vez más, estos Juegos tuvieron una duración desproporcionada -más de seis meses: desde el 27 de abril hasta el 31 de octubre- la organización y estructuración de esta edición fue más que notable, sin apenas errores destacables. Por primera vez en la historia los deportistas participantes desfilaron durante la ceremonia inaugural bajo la bandera del país al que representaban, tradición que ya quedaría instaurada para siempre. Aunque el experimento no fue un éxito completo: en primer lugar, los atletas irlandeses y finlandeses se negaron a marchar bajo las banderas británicas y rusas, ya que no se sentían representados por ellas. Por si fuera poco, el abanderado estadounidense tampoco quiso realizar la reverencia preceptiva ante el rey inglés Eduardo VII, lo que provocó la indignación del monarca -aunque sin más consecuencias-.

London 1908
Si hubiera que destacar algún aspecto negativo de estos Juegos, sería la polémica suscitada por algunas decisiones arbitrales, que provocaron múltiples protestas por parte de los atletas. Y es que, hasta esta edición, la elección de los árbitros corría a cargo del país organizador de los Juegos, por lo que en muchas ocasiones éstos favorecían descaradamente a los deportistas locales: hay que tener en cuenta que en estos momentos no existían sistemas de cronometraje, por lo que el resultado de las carreras con final apretado se decidía a criterio de los árbitros. Por ese motivo se decidió que, a partir de entonces, los jueces de los Juegos serían una representación de todos los países participantes.

Otro aspecto curioso de Londres 1908 es que, por tercera vez consecutiva, la celebración de los Juegos coincidió con una exposición de gran importancia en la ciudad organizadora. En esta ocasión no se trataba de una Exposición Universal sino de una franco-británica, aunque, a diferencia de lo que había pasado en las dos ocasiones anteriores, apenas supeditó el desarrollo de las competiciones. Y una nota triste. Mientras se disputaban falleció el primer presidente del Comité Olímpico Internacional, el griego Demetrius Bikelas.


Héroes y curiosidades

- Los arqueros británicos William y Charlotte Dod fueron los primeros hermanos en obtener una medalla en la misma edición de unos Juegos.

- Oscar Swahn estableció la marca -aún persiste- del campeón olímpico más longevo de la historia: a sus 60 años ganó la medalla de oro en tiro.

- Un ejemplo de espíritu deportivo: la final del peso medio de lucha grecorromana que enfrentaba a los suecos Frithiof Martensson y Mauritz Andersson, se pospuso varios días para que el primero pudiera recuperarse de una herida. Al final, Martensson lo aprovechó y fue el ganador.

- El estadounidense Ray Ewry ganó la prueba de salto alto por tercera vez consecutiva y, ya de paso, se convirtió en el único atleta de la historia olímpica que ha ganado ocho medallas de oro en pruebas individuales.

- El final de la maratón fue dramático: el líder de la prueba, el italiano Dorando Pietro, entró en el estadio completamente desfallecido. Desorientado, tomó la dirección equivocada y cayó al suelo: como no era capaz de llegar hasta la meta los jueces le ayudaron, lo que supuso su descalificación. Sin embargo, la reina Alejandra le regalo una copa de oro para compensarle por su titánico esfuerzo.

Países participantes

En Londres 1908 participaron 2.008 atletas - 37 eran mujeres- representando a 22 países, lo que supuso la cifra más alta de participantes, que incluso triplicaba a la de Saint Louis. En Londres hubo pruebas de 22 deportes diferentes. El equipo anfitrión como casi era tradición, como casi era tradición, arrasó en el medallero.



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domingo, 8 de junio de 2008

Aventureros: Carlos Soria, una vida en la montaña

Escalar montañas de más de 8.000 metros de altura una vez superados los 60 años está al alcance de unos pocos elegidos. El abulense Carlos Soria es uno de ellos.

Por Raúl del Campo

Tardó 48 años en poder cumplir su sueño: llegar a la cima de la montaña más alta del mundo, el Everest. Lo logró, finalmente, a los 62 años (solamente dos personas lo habían logrado a esa edad cuando él lo coronó). Antes había fracasado dos veces, pero el amor a la montaña, su tenacidad y esfuerzo, así como el apoyo de su familia -especialmente de su mujer Cristina- fueron claves para conseguir alcanzar la cota de 8.848 metros. En el camino se quedó algún amigo, pero él siempre decidió seguir hacia adelante… aunque sólo cuando la cabeza, y no el corazón, se lo aconsejaba.
Su obsesión con el Everest comenzó a principios de junio del año 1953. Ese día escuchó una noticia que le dejó tan impactado y admirado como al resto de la humanidad: el neozelandés Edmund Hillary y su sherpa nepalí Tenzing Norgay, eran los dos primeros hombres que ascendían la montaña más alta del mundo y bajaban para contarlo. Se enteró de la hazaña después de un día de campo con los amigos, sentado en un banco en la estación de tren de Torrelodones. Ese día se prometió a sí mismo que algún día él también tendría el mundo a sus pies.

Las primeras experiencias

Pero cumplirlo no fue sencillo. Soria procedía de una humilde familia de tapiceros, oficio que no le atraía en absoluto pero que, ante la presión y los consejos de su padre, acabo aceptando. Tenía entonces sólo 13 años. Pero a Carlos lo que realmente le atraía era la montaña. Con 14, y sólo dos meses después de conocer la gesta de Hillary, realizó su primera excursión seria a la montaña: dos semanas en la sierra de Guadarrama acompañado de un amigo. En ese periplo de tiempo caminaron desde La Granja de Segovia hasta el municipio de la Pedriza (Madrid).

Dormían en una especie de tienda de campaña que montaban con una lona de camión prestada. Colocaban ajos alrededor porque habían oído que ahuyentaban a las culebras. Es decir, aventura en estado puro de unos adolescentes que comenzaban aquí sus vivencias en la montaña, pero todo eso se les quedaba corto.

Durante esta excursión pudieron contemplar a muchos montañeros con mochilas y cuerdas de escalada, pero aún eran demasiado jóvenes e inexpertos para afrontar ese reto. Uno de los últimos días, durmieron en el refugio de Peñalara y, al despertar, Carlos pudo contemplar el amanecer sobre un paisaje de agua, rocas y cumbres que le marcó de manera definitiva: “Está será mi vida. Estoy seguro. Esta sensación no la cambio por nada” se dijo. Y lo cumplió.
Las excursiones empezaron a ser cada vez más habituales y complejas. Poco a poco fue aprendiendo las técnicas de la escalada, conocimientos que Carlos absorbía como una esponja. El material que utilizaba era tercermundista comparado con el que ahora se estila entre los montañeros: unas botas rústicas de aviador a las que rayaba la suela para que tuvieran dibujo y agarraran mejor, rodilleras de algodón, cuerdas de cañamo… Nada más alcanzar la mayoría de edad realiza, con un grupo de amigos, su primer viaje a los Pirineos. Al año siguiente decide conocer los Alpes franceses: allí toma contacto con el Dru, una pirámide de granito, puntiaguda, repleta de grietas y fisuras, situada junto a una lengua glaciar. Se tuvo que conformar con inspeccionarla, pero quedó completamente extasiado. Así que sólo un año después regresó y lo coronó: era un 28 de julio de 1962. Aquella montaña se convirtió en su primer gran amor.

Montañero ganando reputación

Su progresión como escalador era meteórica: a los 20 años ya era instructor de escalada en roca y, con 22, monitor y guía de la Escuela de Alta Montaña. En 1968, formó parte de la primera expedición española al Cáucaso: allí ascendió el Elbrus, la montaña más alta de Europa -5.633 metros-. Soria se había ganado ya una reputación como escalador. Prueba de ello es que tres años después, justo antes de viajar hasta Alaska para tratar de escalar el monte McKinley -6.194 metros-, el entonces príncipe Juan Carlos le recibió en audiencia junto a sus compañeros. La expedición fue un éxito para Carlos, quien logró coronar la espectacular montaña. Desde luego, acababa de demostrar que estaba preparado para retos más difíciles.

Mientras tanto, compaginaba su trabajo en el taller de tapicería, que nunca abandonó con nuevas aventuras por el mundo. Pero su obsesión seguía siendo la cordillera del Himalaya y el Everest. Su primera oportunidad llegaría en 1973: diez montañeros españoles viajaron hasta Nepal para tratar de lograr el primer ochomil -nombre con el que se conoce a las 14 montañas de la Tierra que superan los 8.000 metros de altura- del alpinismo español. El objetivo era el Manaslu -8.124 metros-. Sin embargo, la meteorología no les acompañó y, a pesar de que lo intentaron con todas sus fuerzas, a 6.500 metros de altura y tras sufrir varias avalanchas tuvieron que darse por vencidos. Estuvieron atrapados durante varios días en el campo 2, azotados por un gélido viento. Después de varios aludes (“es el momento en el que más miedo he pasado en la montaña”, explica) tuvieron que huir a toda prisa abandonando todo el material. Carlos lloró de impotencia. Fue una terrible decepción para él.
Después de aquello, se olvidó durante varios años de los gigantes del Himalaya. Se centró en su familia (su mujer Cristina a la que conoció, como no, en la montaña, y sus cuatro hijas, a las que desde pequeñas contagió su afición) y, en su compañía, realizaba excursiones mucho más modestas, pero igual de gratificantes para alguien que ama tanto la montaña. Pero, ¿eran realmente igual de gratificantes…?

El ataque al Everest

En realidad Soria seguía teniendo una cuenta pendiente. La oportunidad que tanto tiempo llevaba esperando le llega ya con 47 años. Por fin le ofrecían una expedición al Everest. Lógicamente, no podía rechazar semejante oferta. Era el gran reto de su vida y Carlos lo afrontó como tal, dispuesto a dar hasta la última gota de sudor para cumplir uno de sus grandes objetivos vitales. Otros seis hombres le acompañaban en la expedición, no llevaban sherpas -una gran desventaja- y sus medios, aunque suficientes, eran limitados. Sin embargo, la meteorología volvió a cruzarse en su camino: empezaron a ascender, pero no podían atacar la cima ante el riesgo que suponía el fortísimo viento que soplaba. Tras pasar varias noches acampados, esperando pacientemente, tuvieron que rendirse. Lo contrario habría sido casi un acto suicida y Carlos tiene un lema muy claro cuando está en la montaña: “Sentido común, mucha precaución, arriesgar lo mínimo, buenas condiciones y fuerzas para bajar después de haber alcanzado el objetivo”. Un ejemplo de sensatez. Todos los que conocen bien la montaña saben que los excesos de fogosidad se pagan con la vida. Con la moral por los suelos comenzaron el regreso. A Carlos se le resistía su primer ochomil mucho más de lo que pensaba. Pero se hizo una promesa: algún día volvería para finalizar el trabajo. En 1990 volvió al ataque. El objetivo era el Nanga Parbat -cuyo nombre traducido significa la diosa desnuda-, de 8.125 Ya tenía 51 años, pero seguía mostrando una condición física envidiable para una persona de esa edad. Llegó convencido de que, esta vez, todo sería diferente; de que, por primera vez, le acompañaría la suerte. Y así fue. Lo coronó un 4 de agosto de 1990, a las 4 de la tarde. Era su primer ochomil. Todo había salido perfecto, pero antes había que descender al refugio más cercano, y se le había hecho tarde. Comenzó el descenso, pero a las siete de la tarde desaparecieron los últimos rayos de sol. Estaba a 7.600 metros de altura y a medio kilómetro de la tienda de campaña, situada en el campo 4. Toda una eternidad a esa altura y con semejante grado de agotamiento. Acompañado por Pedro Nicolás -un viejo conocido de las montañas-, trataron de buscar el camino de regreso. Pero la oscuridad, el fuerte viento y el cansancio acumulado eran más que un inconveniente. Tras varias y angustiosas horas deambulando, por fin, la tienda apareció frente a ellos. Estaban a salvo, pero la muerte había estado cercana. Su primer ochomil podría haberle costado muy caro.
Tras éste, volvió a ascender otros dos ochomiles: el Gasherbrum II -8.053 metros-, situado en la cordillera del Karakorum, en Pakistán, y el Cho-Oyu -8.201 metros- en la frontera de Nepal con el Tíbet. Pero su asignatura pendiente seguía siendo el Everest: volvió a intentarlo en el año 2000, esta vez solo y con un presupuesto muy ajustado. Pero se topó de nuevo con el obstáculo del mal tiempo; ya era una cuestión de orgullo. Volvió a España con una sola idea en la cabeza: regresar cuanto antes. Tardó más de un año en reunir el dinero necesario para volver a intentarlo: finalmente, Ángel Barutell, jefe de relaciones externas de El Corte Inglés, quien ya había actuado como su ‘mecenas’ con anterioridad, acudió en su rescate.




Y por fin…

Al fin pudo volar a Katmandú, desde donde se trasladó a las faldas del Everest. Allí estaba de nuevo, ante su gran reto. Esta vez viajaba solo, pero en el mundo del alpinismo siempre te acabas reencontrando con algún viejo amigo de aventuras: en esta ocasión fue el argentino Juan Benegas, quien iba acompañado de un veterano montañero austriaco, Peter Gardner. Ascendieron hasta el campo 4, pero allí su sherpa se negó a acompañarle. Benegas y Gardner ya habían partido y Soria no estaba dispuesto a malgastar sus fuerzas discutiendo. Así que emprendió el camino en solitario, con dos botellas de oxígeno a la espalda. En esta ocasión el tiempo acompañaba, su ritmo era bueno y llegó sin problemas hasta el denominado Balcón del Everest, una pequeña zona de ‘descanso’ situada a 8.450 metros y, sin duda, el mirador más espectacular del planeta. “Fue el momento más emocionante de mi vida”, cuenta Carlos.
Pero el trabajo no estaba ni mucho menos acabado, aún quedaban 400 metros hasta la cima. Reemprendió la marcha y, a los 8.700 metros cambió su primera botella de oxígeno. Sacó la segunda botella pero, al ajustarla a la mascarilla, el oxígeno comenzó a escapar como si de un globo pinchado se tratase. La situación empezaba a ser desesperante pero, en esta ocasión, la suerte, que tantas veces le había dado la espalda, le acompañó. Willy Benegas, primo de Juan, descendía y le observó en apuros: se paró a ayudarle y localizaron la avería. Su regulador se había roto, Willy le prestó uno… pero ya sólo le quedaba media botella de oxígeno. Volvió a reemprender la marcha: “No subas. Mucho viento. Está mal y no tienes oxígeno” trató de aconsejarle Willy. A Soria se le vino el mundo encima, estaba tan cerca… “Tengo 62 años, es mi tercer intento y puede que sea mi última oportunidad”, pensó. Y en un ataque de rabia y olvidándose de su lema de precaución, decidió continuar. A las dos de la tarde del 23 de mayo de 2001, Carlos Soria conseguía alcanzar el sueño que había comenzado a imaginar 48 años atrás. Inmortalizó el momento con un pie en Nepal y otro en China, los dos estados que limita el Everest. Por fin lo había logrado.



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lunes, 2 de junio de 2008

Triatlón, el deporte más duro que existe

Gómez Noya

¿Se puede considerar a los triatletas como los deportistas más completos y resistentes del mundo? Sin duda alguna. Precisamente, con ese objetivo surgió esta modalidad deportiva relativamente moderna.

Por Raúl del Campo

Los orígenes del triatlón se remontan a 1920. Ese año el periódico francés ‘L'Auto’ informaba de la disputa de una competición denominada ‘Les trois sports’ -los tres deportes-, que se disputaba en orden inverso al que se practica en la actualidad: comenzaba con una carrera de 3 km, seguidos de 12 km en bicicleta, para finalizar con una prueba de natación en el canal Marne -Francia-. En España, la primera referencia de una prueba similar no la encontramos hasta 1963, año en que se celebró un concurso denominado Ciclo-Nata-Cross en la ciudad de Castro Urdiales -Cantabria-.
Para su desarrollo como modalidad deportiva moderna, el triatlón tuvo que esperar hasta 1974, año en el que el ‘San Diego Track Club’ de California organizó la ‘Mission Bay Triathlon’. A ella acudieron 46 participantes, la gran mayoría ciclistas, atletas y nadadores profesionales. Esta fue el preludio de la carrera de triatlón más mítica y dura que ha existido nunca y que aún, hoy en día, se sigue celebrando, con más éxito y repercusión cada año: el Ironman de Hawai.

La búsqueda del atleta total

Todo comenzó en 1977, casi por casualidad, durante una reunión de marines americanos pertenecientes a dos de los clubes deportivos más prestigiosos de la isla estadounidense: el “Mid-Pacific Road Runner’s” -de atletismo- y el “Waikiki Swim Club” -de natación-. En ella, discutían acerca de quiénes eran los atletas más resistentes y completos de la isla. En dicha conversación estaba presente el Comandante de la Marina estadounidense John Collins, quien recordó en voz alta a sus compañeros sus recientes declaraciones a la prestigiosa revista deportiva estadounidense ‘Sports Illustrated’. En ellas, afirmaba que un gran ciclista belga, un tal Eddy Merckx -el ciclismo apenas tenía relevancia en esos años en Estados Unidos, por lo que no es de extrañar que el mejor ciclista de la historia apenas fuera conocido-, era quien poseía el nivel más alto nivel de captación de oxigeno de entre todos los atletas que hasta ese momento se habían sometido a dicha prueba.

El resto de deportistas-militares presentes en la sala enseguida comprendieron que lo que sugería el Comandante Collins era que en esa disputa también los ciclistas tenían mucho que decir. Así, se decidió que si tuviera que existir una prueba para coronar al deportista más completo, esta tenía que combinar las tres grandes carreras de larga distancia que existían en ese momento en la isla: la Waikiki Roughwater Swim (3.862 metros a nado), el Around Oahu Bike Race (180 km en bicicleta) y el maratón de Honolulu (42,195 km corriendo). Debido a la extrema dureza de la prueba, Collins propuso lo siguiente: “A aquel que concluya en primer lugar, le llamaremos Ironman -hombre de hierro”. Todos los presentes estuvieron de acuerdo.
Así, la madrugada del 18 de febrero de 1978, se disputó el primer Ironman de Hawai de la historia: de los quince hombres que comenzaron, sólo doce lograron finalizar la carrera. Gordon Haller tuvo el honor de convertirse en el primer Ironman de la historia: para ello invirtió un tiempo 11 horas, 46 minutos y 58 segundos.
Desde entonces, este deporte no ha parado de expandirse por todo el mundo, como símbolo de afán y superación, hasta conquistar finalmente el status olímpico en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000.

Julie Moss: una hazaña dramática

Esta triatleta estadounidense saltó a la fama mundial durante el Ironman de Hawai de 1982. Moss era por entonces una joven de 23 años que sólo pretendía concluir la carrera para incluir su experiencia en su tesis de final de carrera -estudiaba fisiología deportiva-.
Sin embargo, y contra todo pronóstico, Moss se colocó en cabeza desde el principio de la prueba, puesto que no abandonaría ya… hasta poco antes de la línea meta.
A falta de poco más de tres kilómetros para el final de la carrera Moss comenzó a pagar un error de novata: durante la prueba no había bebido lo suficiente, por lo que su cuerpo se había ido deshidratando poco a poco. Cuando el agotamiento físico y la deshidratación llegaron al extremo, Moss se derrumbó en el suelo. En unas impactantes imágenes transmitidas en directo por televisión a medio mundo se podía apreciar a la estadounidense tratando de reemprender la marcha (algo que no lograba debido al cansancio), caerse repetidamente para, finalmente, acabar arrastrándose tratando de llegar como fuera a meta.
Pocos metros antes de conseguirlo, la atleta Kathleen Mcartney, a la que llevaba una gran ventaja hasta su colapso, la adelantó.
Moss no ganó, pero su proeza la convirtió en una leyenda del triatlón, una heroína para algunos, y una fuente de inspiración para mucha gente. Entre ellos, Mark Allen, séxtuple ganador de la prueba, quien poco después se convertiría en su esposo.

Los mejores españoles

Ana Burgos


Los triatletas españoles han conseguido magníficos resultados en competiciones internacionales en los últimos años.
Iván Raña fue el que abrió el camino: consiguió diploma olímpico -concluyó quinto- en el debut olímpico del triatlón, en Sydney 2000. En 2002 logró el triplete, tras adjudicarse en el mismo año los campeonatos de España, Europa y del Mundo, mientras que en 2003 se proclamó subcampeón del mundo, puesto que revalidó al año siguiente. Además, actualmente contamos con el mejor triatleta masculino del planeta: se trata de Javier Gómez Noya, líder indiscutible del ranking mundial desde hace más de un año y ganador de las dos últimas ediciones de la Copa del Mundo. Gómez Noya también se ha proclamado esta temporada campeón de Europa y subcampeón del mundo.

En cuanto a las féminas, sin llegar a imitar los triunfos masculinos, destaca Ana Burgos (cuatro veces campeona de España de Duatlón y Triatlón y campeona de Europa en ambas disciplinas) y Pilar Hidalgo quien, además de proclamarse campeona del mundo sub 23 en el año 2002 y ganar la medalla de bronce en el europeo de 2004, ha logrado varios podios en pruebas de la Copa del Mundo. También es campeona del mundo de Acuatlón, título que logró en el año 2000.


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