Doping Genético. El dopaje del Siglo XXI
Por Borja Pérez
¿Qué es?
Cada cierto tiempo, casi siempre cuando una competición importante está a punto de disputarse, los medios de comunicación se hacen eco de los rumores sobre la posible aplicación del dopaje genético en algún deportista. Pero, ciertamente, no hay nada confirmado. Apenas algunas declaraciones de miembros de la AMA -Agencia Mundial Antidopaje- en las que no niegan la posible aparición de este tipo de dopaje en los JJ. OO. de Pekín 2008. Nada de eso aclara la situación y responde a la pregunta más importante: ¿Qué es el dopaje genético?, cuestión que desemboca en mucha otras: ¿Cómo funciona? ¿Se podría detectar? En +QFútbol hemos respondido a esas preguntas de la manera más sencilla posible, intentando desenmarañar toda la enredada relación de la genética y el deporte, con el apoyo de expertos en ambos temas que nos han ayudado a arrojar algo de luz sobre una sospecha, la del uso del dopaje genético, de la que todo el mundo ha oído hablar, pero de la que pocos saben en qué consiste realmente.
¿Qué es el dopaje genético?
En términos científicos, el dopaje genético consiste en introducir ciertos genes o elementos genéticos en el cuerpo de un deportista para aumentar su rendimiento. En términos más concretos, conseguir un atleta con una musculatura más desarrollada que le permita correr más rápido, saltar más alto y lanzar más lejos, o un deportista cuyo resistencia al cansancio sea sobrehumana, pero no a través del entrenamiento o valiéndose de los dones que la naturaleza le ha otorgado, sino a través de la modificación de sus genes.
A priori, puede parecer parte del argumento de una película de ciencia ficción, pero las noticias sobre experimentos en este campo y los rumores de la aparición de los primeros ‘deportistas genéticos’ han ido creciendo paulatinamente desde que se celebraron los JJ. OO. de 2004; de tal modo que, como ha afirmado en público el expresidente de la AMA (Agencia Mundial contra el Dopaje) Richard W. Pound, “la idea de que en Pekín puedan competir atletas modificados genéticamente es perturbadora, debemos luchar contra esto ahora, antes de que se convierta en una realidad”. De momento, las alarmas saltaron en febrero del año pasado, cuando Thomas Springstein -entrenador alemán del campeón olímpico de 800 metros en Sydney 2000, Nils Schuman- fue acusado de proporcionar a sus pupilos una sustancia denominada Repoxygen (desarrollada como una cura contra la anemia por la Universidad de Oxford, y que modificaría el gen que regula el número de glóbulos rojos que se tiene en la sangre, lo que relacionaría esa medicina con el dopaje genético). A día de hoy, el caso sigue sin juzgarse -aunque Springstein sigue sancionado por el COI- y la AMA no quiere expresar su opinión hasta que el caso se aclare. La organización que vela por la limpieza en el deporte no confirma ni desmiente los rumores sobre el dopaje genético, aunque esta práctica figura en la lista de métodos prohibidos para mejorar el rendimiento de los deportistas que tiene dicha organización desde el año 2003.
Esta nueva técnica antideportiva nace, como señala el Dr. Olivier Rabin de la AMA, gracias al avance de la medicina: “Muchas de las sustancias que se utilizan en el dopaje en realidad representan grandes logros en los campos de la ciencia, pero se usan indebidamente”. En este caso, el dopaje genético es una consecuencia directa del desciframiento del genoma humano (proyecto del gobierno de EE.UU. que se inició en 1990 y que trece años más tarde ha conseguido identificar y averiguar la función de cada uno de los aproximadamente 25.000 genes que componen nuestro cuerpo) y de la terapia genética. Pero, para comprender qué podría hacer este tipo de dopaje en el cuerpo de un ser humano primero hay que entender la importancia de nuestros genes: la mayoría de nuestras características, enfermedades, aspecto, condiciones físicas y hasta parte de nuestra personalidad está regida en parte por nuestros genes y en parte por la influencia de nuestro ambiente (podemos nacer con un gran tono muscular que nunca llegaríamos a desarrollar totalmente si no lo entrenáramos con asiduidad). En algunos rasgos, los genes tienen mayor importancia y, en otros, es el ambiente el que marca la pauta pero, en general, son los dos en conjunto los que determinan quiénes somos. Los genes producen proteínas que forman nuestras células y les indican su funcionamiento. La terapia genética surge como una posible solución a una enfermedad provocada por un gen defectuoso que no funcionara adecuadamente -ya sea de nacimiento, por exposición a radiación…-, como la distrofia muscular (que provoca la atrofia progresiva de los músculos del cuerpo), el Parkinson o el Alzheimer. Con esta técnica se introduciría en el cuerpo enfermo un gen normal que sustituiría al defectuoso y que podría paliar el problema, si bien este tipo de tratamiento está todavía muy lejos de estar completamente dominado.
Ahora bien, la pregunta que surge es: ¿Y si introdujéramos un gen normal en un cuerpo que no tiene ninguna disfunción? La respuesta a eso la tiene el dopaje genético. Primero se inyectaría un gen específico -por ejemplo, el que controla el crecimiento muscular- a través de la sangre de un deportista completamente sano. Ese gen se uniría al genoma del atleta y comenzaría a incrementar la función de las células diana (en este caso las responsables del crecimiento muscular); en términos prácticos, le aseguraría el desarrollo de una musculatura más fuerte que la de sus rivales de modo que, si se tratara de un corredor de 100 metros lisos, obtendría una ventaja sobre ellos al tener unas piernas más potentes. ¿Es sólo una teoría? Actualmente, se sabe que el profesor Lee Sweeney -del departamento de fisiología de la Universidad de Pensilvania- ha creado ratones y ratas manipuladas genéticamente con músculos más desarrollados, pero su utilización en seres humanos es todavía una idea lejana. Si se empieza a practicar, los mejores dotados genéticamente ya no lo serían de manera natural, más bien serían ‘mutantes genéticos artificiales’. No sería necesario inyectarse genes de guepardo, como se ha llegado a especular, para mejorar su rendimiento. Bastaría convertir un tratamiento -la terapia genética- que podría ser beneficioso para los deportistas (previniendo, por ejemplo, los casos de muerte súbita), en un modo de jugar con la naturaleza con peligrosos resultados.
3 tipos de Dopaje Genético
Alteración del factor de crecimiento muscular
Basado en los experimentos del profesor Lee Sweeny. Se introduce el gen que codifica el Factor de Crecimiento muscular, también llamado IGF-1 (una molécula secretada por el hígado y que, bajo hormona del crecimiento, hace que crezcan nuestros huesos, cartílagos o músculos, conforme vamos cumpliendo años) en el cuerpo del deportista. Dicho gen alteraría el crecimiento muscular, proporcionando hasta un 20% de masa adicional. Este tratamiento nació como un estudio para averiguar cuánto afectaba el IGF-1 al cuerpo humano: su fin es la curación de lesiones musculares y atrofias provocadas por accidentes o virus. El profesor Sweeny dio una rueda de prensa en 2003 para explicar los avances del experimento y también hizo público que había recibido muchas peticiones de atletas para someterse al tratamiento con IGF-1. No dio ningún nombre aunque resaltó que, en ningún caso, aceptó la proposición (sobre todo porque el profesor es parte del comité que la AMA creó en 2003 para luchar contra el dopaje genético).
Alteración del Factor mecánico del Crecimiento
Parecido al anterior; se trata de un estudio del profesor Geoffry Goldspink de la Universidad Médica de Londres sobre otro de las moléculas que se encarga del desarrollo muscular. Está orientado a paliar los efectos de enfermedades genéticas como la distrofia muscular o la esclerosis lateral amiotrófica Hawking y que paraliza los músculos del cuerpo de manera progresiva-. Según Goldspink, si se introdujera un hipotético gen que modificara el MGF en el cuerpo de un deportista sano, podría aumentar su musculatura de forma que podría prescindir del entrenamiento destinado a tal fin. Tanto este método como el del doctor Sweeny tienen la particularidad de suplantar procesos naturales del cuerpo: el entrenamiento diario interviene en el crecimiento muscular, aumentando de manera natural la producción endógena -propia del organismo- de las moléculas que provocan el crecimiento muscular, exactamente lo mismo que logra este tipo de dopaje de forma artificial. Ello hace difícil una posible detección mediante controles, algo en lo que la AMA está trabajando duramente.
Modificación de la EPO
Parece la más fácil de aplicar a corto plazo. Los deportistas que utilicen EPO o eritropoyetina (una hormona que hace que el cuerpo fabrique más glóbulos rojos, con lo que aumenta la resistencia al cansancio) ya no tendrán que inyectársela ni hacer complicadas operaciones para limpiar su sangre. Bastará con inyectarse el gen responsable de la producción de EPO, permitiendo que el cuerpo produzca más glóbulos rojos de forma natural y sin dejar rastros de eritropoyetina artificial.
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¿Qué es el dopaje genético?
En términos científicos, el dopaje genético consiste en introducir ciertos genes o elementos genéticos en el cuerpo de un deportista para aumentar su rendimiento. En términos más concretos, conseguir un atleta con una musculatura más desarrollada que le permita correr más rápido, saltar más alto y lanzar más lejos, o un deportista cuyo resistencia al cansancio sea sobrehumana, pero no a través del entrenamiento o valiéndose de los dones que la naturaleza le ha otorgado, sino a través de la modificación de sus genes.
A priori, puede parecer parte del argumento de una película de ciencia ficción, pero las noticias sobre experimentos en este campo y los rumores de la aparición de los primeros ‘deportistas genéticos’ han ido creciendo paulatinamente desde que se celebraron los JJ. OO. de 2004; de tal modo que, como ha afirmado en público el expresidente de la AMA (Agencia Mundial contra el Dopaje) Richard W. Pound, “la idea de que en Pekín puedan competir atletas modificados genéticamente es perturbadora, debemos luchar contra esto ahora, antes de que se convierta en una realidad”. De momento, las alarmas saltaron en febrero del año pasado, cuando Thomas Springstein -entrenador alemán del campeón olímpico de 800 metros en Sydney 2000, Nils Schuman- fue acusado de proporcionar a sus pupilos una sustancia denominada Repoxygen (desarrollada como una cura contra la anemia por la Universidad de Oxford, y que modificaría el gen que regula el número de glóbulos rojos que se tiene en la sangre, lo que relacionaría esa medicina con el dopaje genético). A día de hoy, el caso sigue sin juzgarse -aunque Springstein sigue sancionado por el COI- y la AMA no quiere expresar su opinión hasta que el caso se aclare. La organización que vela por la limpieza en el deporte no confirma ni desmiente los rumores sobre el dopaje genético, aunque esta práctica figura en la lista de métodos prohibidos para mejorar el rendimiento de los deportistas que tiene dicha organización desde el año 2003.
Esta nueva técnica antideportiva nace, como señala el Dr. Olivier Rabin de la AMA, gracias al avance de la medicina: “Muchas de las sustancias que se utilizan en el dopaje en realidad representan grandes logros en los campos de la ciencia, pero se usan indebidamente”. En este caso, el dopaje genético es una consecuencia directa del desciframiento del genoma humano (proyecto del gobierno de EE.UU. que se inició en 1990 y que trece años más tarde ha conseguido identificar y averiguar la función de cada uno de los aproximadamente 25.000 genes que componen nuestro cuerpo) y de la terapia genética. Pero, para comprender qué podría hacer este tipo de dopaje en el cuerpo de un ser humano primero hay que entender la importancia de nuestros genes: la mayoría de nuestras características, enfermedades, aspecto, condiciones físicas y hasta parte de nuestra personalidad está regida en parte por nuestros genes y en parte por la influencia de nuestro ambiente (podemos nacer con un gran tono muscular que nunca llegaríamos a desarrollar totalmente si no lo entrenáramos con asiduidad). En algunos rasgos, los genes tienen mayor importancia y, en otros, es el ambiente el que marca la pauta pero, en general, son los dos en conjunto los que determinan quiénes somos. Los genes producen proteínas que forman nuestras células y les indican su funcionamiento. La terapia genética surge como una posible solución a una enfermedad provocada por un gen defectuoso que no funcionara adecuadamente -ya sea de nacimiento, por exposición a radiación…-, como la distrofia muscular (que provoca la atrofia progresiva de los músculos del cuerpo), el Parkinson o el Alzheimer. Con esta técnica se introduciría en el cuerpo enfermo un gen normal que sustituiría al defectuoso y que podría paliar el problema, si bien este tipo de tratamiento está todavía muy lejos de estar completamente dominado.
Ahora bien, la pregunta que surge es: ¿Y si introdujéramos un gen normal en un cuerpo que no tiene ninguna disfunción? La respuesta a eso la tiene el dopaje genético. Primero se inyectaría un gen específico -por ejemplo, el que controla el crecimiento muscular- a través de la sangre de un deportista completamente sano. Ese gen se uniría al genoma del atleta y comenzaría a incrementar la función de las células diana (en este caso las responsables del crecimiento muscular); en términos prácticos, le aseguraría el desarrollo de una musculatura más fuerte que la de sus rivales de modo que, si se tratara de un corredor de 100 metros lisos, obtendría una ventaja sobre ellos al tener unas piernas más potentes. ¿Es sólo una teoría? Actualmente, se sabe que el profesor Lee Sweeney -del departamento de fisiología de la Universidad de Pensilvania- ha creado ratones y ratas manipuladas genéticamente con músculos más desarrollados, pero su utilización en seres humanos es todavía una idea lejana. Si se empieza a practicar, los mejores dotados genéticamente ya no lo serían de manera natural, más bien serían ‘mutantes genéticos artificiales’. No sería necesario inyectarse genes de guepardo, como se ha llegado a especular, para mejorar su rendimiento. Bastaría convertir un tratamiento -la terapia genética- que podría ser beneficioso para los deportistas (previniendo, por ejemplo, los casos de muerte súbita), en un modo de jugar con la naturaleza con peligrosos resultados.
3 tipos de Dopaje Genético
Alteración del factor de crecimiento muscular
Basado en los experimentos del profesor Lee Sweeny. Se introduce el gen que codifica el Factor de Crecimiento muscular, también llamado IGF-1 (una molécula secretada por el hígado y que, bajo hormona del crecimiento, hace que crezcan nuestros huesos, cartílagos o músculos, conforme vamos cumpliendo años) en el cuerpo del deportista. Dicho gen alteraría el crecimiento muscular, proporcionando hasta un 20% de masa adicional. Este tratamiento nació como un estudio para averiguar cuánto afectaba el IGF-1 al cuerpo humano: su fin es la curación de lesiones musculares y atrofias provocadas por accidentes o virus. El profesor Sweeny dio una rueda de prensa en 2003 para explicar los avances del experimento y también hizo público que había recibido muchas peticiones de atletas para someterse al tratamiento con IGF-1. No dio ningún nombre aunque resaltó que, en ningún caso, aceptó la proposición (sobre todo porque el profesor es parte del comité que la AMA creó en 2003 para luchar contra el dopaje genético).
Alteración del Factor mecánico del Crecimiento
Parecido al anterior; se trata de un estudio del profesor Geoffry Goldspink de la Universidad Médica de Londres sobre otro de las moléculas que se encarga del desarrollo muscular. Está orientado a paliar los efectos de enfermedades genéticas como la distrofia muscular o la esclerosis lateral amiotrófica Hawking y que paraliza los músculos del cuerpo de manera progresiva-. Según Goldspink, si se introdujera un hipotético gen que modificara el MGF en el cuerpo de un deportista sano, podría aumentar su musculatura de forma que podría prescindir del entrenamiento destinado a tal fin. Tanto este método como el del doctor Sweeny tienen la particularidad de suplantar procesos naturales del cuerpo: el entrenamiento diario interviene en el crecimiento muscular, aumentando de manera natural la producción endógena -propia del organismo- de las moléculas que provocan el crecimiento muscular, exactamente lo mismo que logra este tipo de dopaje de forma artificial. Ello hace difícil una posible detección mediante controles, algo en lo que la AMA está trabajando duramente.
Modificación de la EPO
Parece la más fácil de aplicar a corto plazo. Los deportistas que utilicen EPO o eritropoyetina (una hormona que hace que el cuerpo fabrique más glóbulos rojos, con lo que aumenta la resistencia al cansancio) ya no tendrán que inyectársela ni hacer complicadas operaciones para limpiar su sangre. Bastará con inyectarse el gen responsable de la producción de EPO, permitiendo que el cuerpo produzca más glóbulos rojos de forma natural y sin dejar rastros de eritropoyetina artificial.
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