lunes, 28 de abril de 2008

Tema central diciembre ( III )

dopaje genético

Doping Genético. El dopaje del Siglo XXI

Por Borja Pérez

¿Cómo funciona?

El desarrollo de la ingeniería genética actual y el desciframiento del genoma humano permite saber cómo sería el método que se utilizaría para reparar un gen dañado (el objetivo de la terapia genética) o aumentar las funciones de un gen normal (que es el del dopaje genético) con bastante exactitud. Al menos así lo afirma Theodore Friedmann: “Tanto si el gen que se inserta sustituye a uno defectuoso como a uno normal, los científicos tienen que utilizar un método para transportar los genes al genoma del paciente, conocido como vector. Esto se hace transfiriendo el gen a través de un virus inocuo para el cuerpo humano”. Para ello, antes hay que sintetizar el gen que interesa en cada momento (el estudio del genoma humano ha cuantificado en 5.000 los genes que tienen influencia directa en las habilidades atléticas de una persona). “Los virus son como caballos de Troya”, señala Friedmann: “Se introduce en el cuerpo del paciente, descarga el gen que contiene que, inmediatamente, pone en marcha el proceso que terminaría, en el caso del dopaje genético, con un incremento del tono muscular por ejemplo”.
La teoría parece sencilla y se sabe que se cuenta con la tecnología necesaria para aplicarla en cualquier paciente. Sin embargo, aún existen algunos inconvenientes que lastran su aplicación en gran escala. El primero de ellos es de carácter económico: se necesitan presupuestos millonarios para crear un laboratorio capaz de sintetizar los genes necesarios. El segundo problema es su efectividad: como dice Thomas Murray -experto en bioética y miembro de la AMA-, “la transferencia genética es posible, pero queda saber si es efectiva. Es como si disparáramos a un objetivo muy pequeño con una escopeta de perdigones; algunos darían en el blanco sí, pero de momento no sabemos cuáles”. El tercer inconveniente -y el más peligroso- es la seguridad del tratamiento. El experimento más avanzado sobre la terapia genética es el que intenta buscar la cura al síndrome de inmunodeficiencia combinada grave (SCID), también conocido como la enfermedad de los “niños burbuja” (estos niños portan un gen defectuoso que es el encargado de gestionar todo el sistema inmunitario -las defensas- de su cuerpo, sin ellas, un simple resfriado podría matarles, por lo que deben vivir aislados de todo contacto exterior). Unos investigadores franceses encontraron el gen responsable e insertaron copias sanas de ese mismo gen en la sangre de once niños; las primeras noticias fueron alentadoras, ya que la mayoría de los pacientes comprobaron como su sistema inmunológico comenzaba a funcionar, pero poco después uno de los niños empezó a desarrollar leucemia. En 2006 se hicieron públicos los resultados finales del ensayo en la revista Nature. Dos niños más tenían leucemia: uno murió y el otro venció a la enfermedad; tras esto quedó claro que la terapia genética dista mucho de estar completamente dominada. La transferencia del gen al cuerpo del enfermo parece funcionar en todos los casos, pero no se pueden asegurar ciertas secuelas. En el caso del ensayo realizado en Francia, los genes introducidos les salvaron la vida, pero después actuaron como asesinos silenciosos, ya que las defensas -los glóbulos blancos- que habían creado se descontrolaron y empezaron a proliferar más de lo debido, provocando la leucemia en los niños.


Consecuencias

dopaje genético
Si aplicáramos un proceso de terapia genética sobre un deportista sano (como propone el dopaje genético) los efectos son casi impredecibles. El dogma central de la biología en los años sesenta era que un solo gen fabrica una sola proteína; en el siglo XXI ya se sabe que un gen puede producir varias proteínas que afectan a varias partes de nuestro cuerpo. Los genes son mucho más complejos de lo que se creía y, además, hay que tener en cuenta el cuerpo del paciente o deportista que se trata con terapia genética. Esta es la postura de la AMA, quien se ha encargado de denunciar -a través del profesor Murray- lo peligroso que puede llegar a ser jugar con los genes: “Los científicos han aprendido a introducir genes en las células y la manera de hacerles producir la proteína de acuerdo con lo que se pretende. Pero eso no es suficiente; el gen que se acaba de insertar debe hacer su trabajo y hacerlo en el momento oportuno para obtener la eficacia óptima, el experimento realizado en enfermos de SCID demuestra que estamos lejos de conseguirlo”. Pero, si algún deportista se atreviera dar el paso, es difícil predecir qué secuelas podría sufrir su cuerpo. El ratón -bautizado como Schwarzenegger- genéticamente modificado no tuvo ningún efecto secundario desde que el profesor Sweeney incremento su masa muscular con terapia genética, pero hay que tener en cuenta que la media de vida de un roedor
es de dos años, de ninguna forma comparable a los 80 que vive de media un ser humano. Cabe pensar que el ratón de Sweeny no tuvo tiempo de desarrollar cualquier enfermedad derivada de su tratamiento genético. Sin embargo, un deportista dopado a través de sus genes podría sufrir cualquier tipo de alteración a lo largo de su prolongada existencia. Por ejemplo, si se modifica la musculatura de un deportista con terapia genética puede que sus tendones no aguanten el nuevo tamaño de los músculos que tiene que mover, por no hablar de la multitud de problemas que el cuerpo puede tener al aumentar de manera antinatural algunas moléculas, como la IGF-1 -disfunciones en el hígado, el órgano que las sintetiza y que puede sufrir daños permanentes por el exceso de producción-, o la EPO, cuya disfunción puede causar hasta un infarto de miocardio. Pero, como se ha demostrado en el caso de los enfermos de SCID, el verdadero peligro puede ser el cáncer: modificar el funcionamiento de algunas células puede provocar que aumente su número, se descontrolen, convirtiéndose así en cancerígenas.


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