Sean Elliot: "No importa cómo, pero volveré a jugar"
Su camiseta con el número 32 está retirada en el AT&T Center -el pabellón de los San Antonio Spurs-. Su mérito fue mantenerse en la NBA con una enfermedad renal y conseguir lo imposible: volver a las canchas después de un transplante.
Por Tomás Verleín
Sólo los deportistas que han sufrido una lesión importante saben lo que hace falta sufrir para volver de un periodo de inactividad. El objetivo es regresar, pero el camino es todo menos sencillo: no sólo hay que recuperarse físicamente, sino que la parte mental es tan importante -o más incluso- como los cuidados médicos. Hay casos que tienen un final feliz (como el de Jorge Garbajosa, jugador de los Toronto Raptors de la NBA, quien se recuperó de una grave lesión de tobillo y jugó el Eurobasket a buen nivel), otros que son una incógnita: Yago Lamela, medalla de plata en salto de longitud en los campeonatos del Mundo al aire libre de 1999, sigue recuperándose de una lesión en el pie que le ha tenido desde 2005 en el dique seco. Pero ninguno de estos dos deportistas tuvo que soportar, ni de lejos, una situación tan drástica como lo es un trasplante. Sean Elliot, actual comentarista de los partidos de la NBA y, hasta 2001, jugador de los San Antonio Spurs, sí que sabe muy bien lo que es recuperarse de una grave lesión. La historia de Sean Michaell Elliot (2 de febrero de 1968) repite punto por punto la de otros grandes deportistas americanos: demostró dotes y una predisposición natural para practicar deportes desde su más tierna infancia. Con diez años jugaba en tres equipos de su ciudad, Tucson (Arizona), en el de béisbol, fútbol y baloncesto; sólo el estirón propio de la adolescencia le llevó a decantarse definitivamente por el deporte de la canasta. Fue el líder del equipo de su instituto, el Cholla High y, posteriormente, de los ‘Cats’, el equipo de la Universidad de Arizona, donde ya mostró que era un jugador muy completo: un alero anotador con gran capacidad para coger rebotes y una buena visión de juego. En 1989 dio el saltó a la NBA, siendo el elegido de los San Antonio Spurs en la primera ronda del Draft -era uno de los jugadores más codiciados por todos los equipos-. En los batalladores Spurs de los 90, fue pieza fundamental (y durante la temporada 1994-1995 de los Pistons de Detroit), siempre a la sombra de Michael Jordan y sus Bulls.
El Calvario
Sean Elliot jugaba y hacía historia en la franquicia tejana (es el líder histórico de los Spurs en triples anotados, con 563, y figura entre los diez primeros en otras tantas estadísticas: robos -octavo con 522-, puntos -cuarto con 9.659-, rebotes -sexto con 2.941- y asistencias -séptimo con 1.700-), pero cada día que pasaba se encontraba peor. En 1998, le realizaron unas pruebas que resultaron muy concluyentes: Sean sufría una rara enfermedad renal llamada glomeroesclerosis que le envenenaba por dentro. Su tiempo se acababa porque la dolencia tenía un desenlace conocido: acabaría por inutilizar el riñón afectado por completo. Antes o después debería someterse a un trasplante. Lo más sensato hubiera sido abandonar la práctica del baloncesto, pero Sean quiso seguir jugando para ayudar a su equipo; fue un ejemplo de sacrificio y amor al juego, con una cruz: el alero tenía que someterse a diálisis casi a diario, un tratamiento que causa entumecimiento e incluso parálisis en las piernas y los pies. Pese a ello, y de manera impensable, sus números se mantuvieron intactos; sólo sufrieron un bajón en 1999, cuando la enfermedad estaba dejando sin opciones a Elliot.
La resurrección
Ese año 1999 fue el del primer título de los Spurs y el de la espectacular contribución de Sean en los momentos claves de la temporada, donde cuajó muy buenas actuaciones saliendo desde el banquillo. También fue el año del ultimátum de su riñón: el 21 de julio, a sólo un mes de la consecución del título, se confirmó que Sean Elliot necesitaba un trasplante urgente. El 16 de agosto el alero recibió un riñón de su hermano Noel y comenzó una nueva etapa en su vida, en la que su único anhelo era volver a salir a la cancha con los Spurs. Con tesón y siendo el último en abandonar todos los días el pabellón después de cada entrenamiento, consiguió ese difícil objetivo en menos de un año: el 13 de marzo de 2000, Sean se convertía en el primer jugador de la NBA que volvía a jugar después de un trasplante de riñón. Un año después se retiraba definitivamente tras 12 temporadas en la liga americana y convirtiendo el número 32 de su camiseta en un ejemplo de superación y de espíritu deportivo. Sus números: 14.2 puntos, 4.3 rebotes y 2.6 asistencias de media a lo largo de su carrera hablan de su calidad. Su confianza en sí mismo ya había quedado suficientemente demostrada. Además, Elliot allanó el camino para que cualquier deportista que sufra un trasplante pueda volver a jugar: como, por ejemplo, también lo logró el jugador de la NBA Alonzo Mourning -campeón de la NBA con los Miami Heat en 2006-.
El día del milagro
31 de mayo de 1999. ‘El Milagro del Memorial Day’ -día en el que se homenajea a los soldados muertos en la guerra civil estadounidense- es el sobrenombre que se le dio a uno de los partidos más emocionantes de la NBA en los últimos años. Los protagonistas fueron Sean Elliot y la situación límite de su equipo. Se disputaba el segundo partido de la Final de Conferencia entre los Spurs y los Portland Trail Blazers. Los segundos ganaban por una diferencia de 18 puntos en el tercer cuarto, controlando el encuentro, y sin dar opción a los tejanos (que con ‘Las Dos Torres Gemelas’: Tim Duncan y David Robinson, eran aspirantes al título por primera vez en mucho tiempo). Con todo en contra y sin saber muy bien como, los engranajes de los Spurs empezaron a funcionar uno tras otro: Duncan y Robinson dominaban ambas zonas con puño de hierro, la defensa no dejaba anotar a Portland con tanta facilidad… La diferencia de puntos se redujo hasta un 85-83 a favor de los Blazers con sólo 12 segundos en el reloj y la posesión para los Spurs. Sólo una jugada, todo o nada, como en los grandes partidos de basket. Popovich, entrenador de los Spurs, saca a la pista a Sean Elliot -en el peor momento de su enfermedad- para jugar una jugada rápida y de pizarra: Mario Elie, base del equipo, pasa el balón a la esquina donde está Sean. La asistencia a punto está de no ser tal, porque Stacey Augmon -alero de los Blazers- casi roba la pelota (primer milagro). Sean recibe el balón rozando con sus talones la línea de fondo, pero sin pisarla (segundo milagro), se cuadra y lanza un tiro ganador que no es taponado por Rasheed Wallace por una fracción de segundo (tercer milagro). Tres puntos y una victoria que encauzaban el camino de los Spurs hacia la final (batieron a Portland, que no se recuperaron de la pérdida de este partido, por 4-0, y en la final a los Knicks con facilidad) y recompensaban por anticipado el sufrimiento de la convalecencia de Elliot, que había liderado a su equipo y podría relamerse los labios una y otra vez con ese tiro imposible. Pura magia.
Jonah Lomu Otro caso sonado
Afortunadamente, el caso de Elliot no es frecuente en el mundo del deporte pero, desgraciadamente, tampoco es único. Jonah Lomu, capitán, figura más destacada y leyenda de la selección de rugby de Nueva Zelanda, también tuvo que pasar por el quirófano para someterse a un trasplante de riñón. Del mismo modo que el jugador de la NBA, el ala de los ‘All Blacks’ prefirió seguir jugando al más alto nivel aun sabiendo que uno de sus riñones no funcionaba correctamente, por lo que desde 1995 -y en secreto- recibía tratamientos diarios de diálisis. Su rendimiento no se vio mermado, más bien todo lo contrario, hasta que en el año 2002 uno de los nervios de su pierna se vio seriamente dañado mientras le administraban el tratamiento de diálisis. Los rumores empezaron a aparecer en los medios. Algunos apuntaban incluso a la muerte del jugador de rugby. Lomu salió al paso de todo esto y, por fin, confesó que sufría una enfermedad en los riñones desde hacía siete años. Más aún, necesitaba un trasplante. Y lo peor de todo, debía abandonar la práctica de su deporte hasta que se recuperara. La operación fue un éxito, pero Lomu no regresó a la selección. De hecho, aunque ha estado preparando concienzudamente su regreso, jugando en equipos de Gales y manteniendo viva la esperanza de jugar en la Copa Del Mundo de Rugby celebrada este año en Francia, finalmente no ha podido ser. Los médicos aconsejaron a Lomu que se retirara (los placajes del rugby eran un peligro para su nuevo riñón), algo que todavía no ha hecho. No ha estado presente en Francia para disputar el mencionado campeonato pero, con 32 años, todavía piensa que puede volver a la selección en 2008. De momento, es protagonista de un anuncio de Adidas en el que explica lo que le sucedió.
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El Calvario
Sean Elliot jugaba y hacía historia en la franquicia tejana (es el líder histórico de los Spurs en triples anotados, con 563, y figura entre los diez primeros en otras tantas estadísticas: robos -octavo con 522-, puntos -cuarto con 9.659-, rebotes -sexto con 2.941- y asistencias -séptimo con 1.700-), pero cada día que pasaba se encontraba peor. En 1998, le realizaron unas pruebas que resultaron muy concluyentes: Sean sufría una rara enfermedad renal llamada glomeroesclerosis que le envenenaba por dentro. Su tiempo se acababa porque la dolencia tenía un desenlace conocido: acabaría por inutilizar el riñón afectado por completo. Antes o después debería someterse a un trasplante. Lo más sensato hubiera sido abandonar la práctica del baloncesto, pero Sean quiso seguir jugando para ayudar a su equipo; fue un ejemplo de sacrificio y amor al juego, con una cruz: el alero tenía que someterse a diálisis casi a diario, un tratamiento que causa entumecimiento e incluso parálisis en las piernas y los pies. Pese a ello, y de manera impensable, sus números se mantuvieron intactos; sólo sufrieron un bajón en 1999, cuando la enfermedad estaba dejando sin opciones a Elliot.
La resurrección
Ese año 1999 fue el del primer título de los Spurs y el de la espectacular contribución de Sean en los momentos claves de la temporada, donde cuajó muy buenas actuaciones saliendo desde el banquillo. También fue el año del ultimátum de su riñón: el 21 de julio, a sólo un mes de la consecución del título, se confirmó que Sean Elliot necesitaba un trasplante urgente. El 16 de agosto el alero recibió un riñón de su hermano Noel y comenzó una nueva etapa en su vida, en la que su único anhelo era volver a salir a la cancha con los Spurs. Con tesón y siendo el último en abandonar todos los días el pabellón después de cada entrenamiento, consiguió ese difícil objetivo en menos de un año: el 13 de marzo de 2000, Sean se convertía en el primer jugador de la NBA que volvía a jugar después de un trasplante de riñón. Un año después se retiraba definitivamente tras 12 temporadas en la liga americana y convirtiendo el número 32 de su camiseta en un ejemplo de superación y de espíritu deportivo. Sus números: 14.2 puntos, 4.3 rebotes y 2.6 asistencias de media a lo largo de su carrera hablan de su calidad. Su confianza en sí mismo ya había quedado suficientemente demostrada. Además, Elliot allanó el camino para que cualquier deportista que sufra un trasplante pueda volver a jugar: como, por ejemplo, también lo logró el jugador de la NBA Alonzo Mourning -campeón de la NBA con los Miami Heat en 2006-.
El día del milagro
31 de mayo de 1999. ‘El Milagro del Memorial Day’ -día en el que se homenajea a los soldados muertos en la guerra civil estadounidense- es el sobrenombre que se le dio a uno de los partidos más emocionantes de la NBA en los últimos años. Los protagonistas fueron Sean Elliot y la situación límite de su equipo. Se disputaba el segundo partido de la Final de Conferencia entre los Spurs y los Portland Trail Blazers. Los segundos ganaban por una diferencia de 18 puntos en el tercer cuarto, controlando el encuentro, y sin dar opción a los tejanos (que con ‘Las Dos Torres Gemelas’: Tim Duncan y David Robinson, eran aspirantes al título por primera vez en mucho tiempo). Con todo en contra y sin saber muy bien como, los engranajes de los Spurs empezaron a funcionar uno tras otro: Duncan y Robinson dominaban ambas zonas con puño de hierro, la defensa no dejaba anotar a Portland con tanta facilidad… La diferencia de puntos se redujo hasta un 85-83 a favor de los Blazers con sólo 12 segundos en el reloj y la posesión para los Spurs. Sólo una jugada, todo o nada, como en los grandes partidos de basket. Popovich, entrenador de los Spurs, saca a la pista a Sean Elliot -en el peor momento de su enfermedad- para jugar una jugada rápida y de pizarra: Mario Elie, base del equipo, pasa el balón a la esquina donde está Sean. La asistencia a punto está de no ser tal, porque Stacey Augmon -alero de los Blazers- casi roba la pelota (primer milagro). Sean recibe el balón rozando con sus talones la línea de fondo, pero sin pisarla (segundo milagro), se cuadra y lanza un tiro ganador que no es taponado por Rasheed Wallace por una fracción de segundo (tercer milagro). Tres puntos y una victoria que encauzaban el camino de los Spurs hacia la final (batieron a Portland, que no se recuperaron de la pérdida de este partido, por 4-0, y en la final a los Knicks con facilidad) y recompensaban por anticipado el sufrimiento de la convalecencia de Elliot, que había liderado a su equipo y podría relamerse los labios una y otra vez con ese tiro imposible. Pura magia.
Jonah Lomu Otro caso sonado
Afortunadamente, el caso de Elliot no es frecuente en el mundo del deporte pero, desgraciadamente, tampoco es único. Jonah Lomu, capitán, figura más destacada y leyenda de la selección de rugby de Nueva Zelanda, también tuvo que pasar por el quirófano para someterse a un trasplante de riñón. Del mismo modo que el jugador de la NBA, el ala de los ‘All Blacks’ prefirió seguir jugando al más alto nivel aun sabiendo que uno de sus riñones no funcionaba correctamente, por lo que desde 1995 -y en secreto- recibía tratamientos diarios de diálisis. Su rendimiento no se vio mermado, más bien todo lo contrario, hasta que en el año 2002 uno de los nervios de su pierna se vio seriamente dañado mientras le administraban el tratamiento de diálisis. Los rumores empezaron a aparecer en los medios. Algunos apuntaban incluso a la muerte del jugador de rugby. Lomu salió al paso de todo esto y, por fin, confesó que sufría una enfermedad en los riñones desde hacía siete años. Más aún, necesitaba un trasplante. Y lo peor de todo, debía abandonar la práctica de su deporte hasta que se recuperara. La operación fue un éxito, pero Lomu no regresó a la selección. De hecho, aunque ha estado preparando concienzudamente su regreso, jugando en equipos de Gales y manteniendo viva la esperanza de jugar en la Copa Del Mundo de Rugby celebrada este año en Francia, finalmente no ha podido ser. Los médicos aconsejaron a Lomu que se retirara (los placajes del rugby eran un peligro para su nuevo riñón), algo que todavía no ha hecho. No ha estado presente en Francia para disputar el mencionado campeonato pero, con 32 años, todavía piensa que puede volver a la selección en 2008. De momento, es protagonista de un anuncio de Adidas en el que explica lo que le sucedió.
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