Doping Genético. El dopaje del Siglo XXI
Por Borja Pérez
Otros casos sonados
El caso de la RDA
Fue el primer escándalo relacionado con el dopaje que se hizo público. Durante más de tres décadas -desde los años 60 hasta la caída del muro de Berlín en 1989-, 10.000 atletas que formaban -República Democrática Alemana- fueron dopados mediante pastillas. Favorecido por la Guerra Fría y el oscurantismo que se vivía en la Alemania dominada por la URSS, la RDA trató de tú a tú a EE.UU. y a la propia ‘madre Rusia’ en todos los Juegos Olímpicos y competiciones atléticas durante 25 años. En 2000, Ewald Hoeppner, director médico del ministerio de deportes en aquella época, fue puesto en libertad condicional tras ser condenado por causar daños físicos 142 mujeres deportistas en la RDA.
Algunas de esas mujeres declararon en el juicio que consumían, bajo recomendación de los médicos, hasta 30 pastillas diarias. Los efectos secundarios de esa dieta de medicamentos (que contenían esteroides -hormonas masculinas- en su mayor parte) se han visto con el tiempo: la mayoría de las atletas han sufrido cáncer, problemas en el hígado, disminución de su pecho, masculinización de su voz, abortos y nacimientos de niños deficientes… Todo ello por no hablar del caso de Heidi Krieger, quien empezó a tomar los esteroides -en forma de cinco pastillas azules diarias- a los 13 años por indicación de su entrenador y que, en 1987, empezó a sentirse más como un hombre que como una mujer. La historia terminó en 1997 con una operación de cambio de sexo: Heidi se convirtió en Andreas. Su operación se explica si se sabe que tomaba incluso el triple de la ración diaria de esteroides que le recomendaban los ‘médicos’. Otras atletas no han encontrado todavía una solución a su problema, como Katarina Bullin -medalla de plata con la selección de la RDA de voleibol en Moscú’80-, que lleva más de diez operaciones en sus articulaciones debido a la administración de anabolizantes y calmantes por parte de los ‘médicos’. Las lesiones que sufrió entonces fueron enmascaradas por otros fármacos, lo que lo que ha derivado en su actual estado.
La demanda de todos los deportistas afectados ha dado sus frutos: 167 víctimas del dopaje recibirán 9.250 euros de indemnización por parte del Comité Olímpico Alemán y de la empresa farmacéutica que preparaba los esteroides, Jenapharm. En 2004, ya hubo otra demanda colectiva de 175 atletas: consiguieron 9.688 euros por cabeza.
El caso Balco
Balco era el nombre del laboratorio médico más famoso de San Francisco, EE.UU. Entre sus clientes contaba con atletas como Marion Jones -campeona olímpica y del mundo en 100 y 200 Montgomery -campeón olímpico de 4x100 en Sydney y antiguo ex recordman mundial de 100 metros, con 9,78 segundos-, Kelly White -campeona del mundo de 100 y 200 metros en Paris 2003- y Alvin Harrison -medalla de plata en 400 metros en Sydney 2000-. Su éxito en las pistas hablaba por sí mismo de la eficacia de los métodos médicos que seguían en Balco. Todo cambió en 2003, a pocos meses de la celebración de lo JJ.OO. de Atenas: la Agencia antidopaje americana empezó a investigar el laboratorio, las actividades que allí se realizaban y a su presidente Víctor Conte. Las intervenciones llegaron: se confiscaron frascos, muestras y medicamentos que probaban sobradamente la utilización de esteroides y EPO. Los resultados de todas estas investigaciones fueron diversas sanciones: a Harrison, White y Montgomery se les despojó de todos los títulos que habían obtenido desde 2001 (año en el que empezó su relación con el laboratorio de San Francisco), lo que también ocurrió con otros deportistas de la liga nacional de béisbol americana y con los jugadores de los Oakland Raiders, de la NFL. Marion Jones nunca fue sancionada oficialmente, pero cayó en una depresión por ser vista como una tramposa de la que todavía no has salido, hoy en día piensa en la retirada.
El dopaje en el ciclismo
Es el deporte más asociado al dopaje, al menos en el siglo XXI. Todo comenzó con el escándalo del equipo Festina durante el Tour de 1998. El masajista del equipo francés, Willy Woet, fue detenido con 400 frascos de sustancias prohibidas: Woet involucró a toda la cúpula del equipo y el Festina fue expulsado de la carrera francesa. Durante la disputa de la prueba, los corredores del conjunto francés fueron interrogados y, ante la evidencia de las pruebas, todos confesaron su culpabilidad en los interrogatorios excepto Richard Virenque, quien negaba una y otra vez su implicación. Las sanciones no tardaron en llegar: los suizos Alex Zülle, Laurent Dufaux y Armein Meller fueron condenados a ocho meses de inhabilitación. Virenque se retiró y, poco después, también fue formalmente condenado por doparse. La carrera, que se seguía disputando mientras tanto, fue muy convulsa: las discusiones entre el director del Tour, Jean Marie Leblanc, y los de los equipos, fueron constantes. Desde entonces, nada ha vuelto a ser lo mismo en el ciclismo, el dopaje ha salpicado a grandes campeones como Marco Pantani o Jan Ullrich. Tras la Operación Puerto, llevada a cabo por la policía española en el año 2006, parecía que iba a haber un antes y un después en el ciclismo, en el que nunca más se volvería a hablar de EPO, anabolizantes u otras sustancias dopantes. La UCI -Unión Ciclista Internacional- incrementó, si cabe, el rigor de los controles que pasaban los ciclistas: a los análisis de sangre por sorpresa, que ya eran tradición en el pelotón, se unieron un contrato que obligaba a todos los profesionales a donar su sueldo de un año en caso de dar positivo en algún test antidoping, así como el control exhaustivo de los entrenamientos en solitario de los corredores (quienes tenían que estar disponibles para pasar cualquier tipo de prueba que le ordenara el equipo, así como facilitar en qué lugar se estaba entrenando y en qué condiciones). Todos los ciclistas pasaron por el aro y admitieron estas imposiciones: así se inició el Tour 2007. En las tres semanas que duró la ronda francesa, el ciclismo sufrió el tiro de gracia: el líder Rasmussen tuvo que abandonar la carrera porque había vulnerado la reglamentación de la UCI (no estuvo localizable durante el mes de junio cuando su equipo le requirió para un control). Además, otros ciclistas de renombre como Alexander Vinokourov, Patrick Sinkewitz, Cristian Moreni y Alessandro Petacchi tuvieron que dejar la carrera por dar positivo por EPO u otras sustancias.
Para ver el resto del reportaje pincha aquí
Algunas de esas mujeres declararon en el juicio que consumían, bajo recomendación de los médicos, hasta 30 pastillas diarias. Los efectos secundarios de esa dieta de medicamentos (que contenían esteroides -hormonas masculinas- en su mayor parte) se han visto con el tiempo: la mayoría de las atletas han sufrido cáncer, problemas en el hígado, disminución de su pecho, masculinización de su voz, abortos y nacimientos de niños deficientes… Todo ello por no hablar del caso de Heidi Krieger, quien empezó a tomar los esteroides -en forma de cinco pastillas azules diarias- a los 13 años por indicación de su entrenador y que, en 1987, empezó a sentirse más como un hombre que como una mujer. La historia terminó en 1997 con una operación de cambio de sexo: Heidi se convirtió en Andreas. Su operación se explica si se sabe que tomaba incluso el triple de la ración diaria de esteroides que le recomendaban los ‘médicos’. Otras atletas no han encontrado todavía una solución a su problema, como Katarina Bullin -medalla de plata con la selección de la RDA de voleibol en Moscú’80-, que lleva más de diez operaciones en sus articulaciones debido a la administración de anabolizantes y calmantes por parte de los ‘médicos’. Las lesiones que sufrió entonces fueron enmascaradas por otros fármacos, lo que lo que ha derivado en su actual estado.
La demanda de todos los deportistas afectados ha dado sus frutos: 167 víctimas del dopaje recibirán 9.250 euros de indemnización por parte del Comité Olímpico Alemán y de la empresa farmacéutica que preparaba los esteroides, Jenapharm. En 2004, ya hubo otra demanda colectiva de 175 atletas: consiguieron 9.688 euros por cabeza.
El caso Balco
Balco era el nombre del laboratorio médico más famoso de San Francisco, EE.UU. Entre sus clientes contaba con atletas como Marion Jones -campeona olímpica y del mundo en 100 y 200 Montgomery -campeón olímpico de 4x100 en Sydney y antiguo ex recordman mundial de 100 metros, con 9,78 segundos-, Kelly White -campeona del mundo de 100 y 200 metros en Paris 2003- y Alvin Harrison -medalla de plata en 400 metros en Sydney 2000-. Su éxito en las pistas hablaba por sí mismo de la eficacia de los métodos médicos que seguían en Balco. Todo cambió en 2003, a pocos meses de la celebración de lo JJ.OO. de Atenas: la Agencia antidopaje americana empezó a investigar el laboratorio, las actividades que allí se realizaban y a su presidente Víctor Conte. Las intervenciones llegaron: se confiscaron frascos, muestras y medicamentos que probaban sobradamente la utilización de esteroides y EPO. Los resultados de todas estas investigaciones fueron diversas sanciones: a Harrison, White y Montgomery se les despojó de todos los títulos que habían obtenido desde 2001 (año en el que empezó su relación con el laboratorio de San Francisco), lo que también ocurrió con otros deportistas de la liga nacional de béisbol americana y con los jugadores de los Oakland Raiders, de la NFL. Marion Jones nunca fue sancionada oficialmente, pero cayó en una depresión por ser vista como una tramposa de la que todavía no has salido, hoy en día piensa en la retirada.
El dopaje en el ciclismo
Es el deporte más asociado al dopaje, al menos en el siglo XXI. Todo comenzó con el escándalo del equipo Festina durante el Tour de 1998. El masajista del equipo francés, Willy Woet, fue detenido con 400 frascos de sustancias prohibidas: Woet involucró a toda la cúpula del equipo y el Festina fue expulsado de la carrera francesa. Durante la disputa de la prueba, los corredores del conjunto francés fueron interrogados y, ante la evidencia de las pruebas, todos confesaron su culpabilidad en los interrogatorios excepto Richard Virenque, quien negaba una y otra vez su implicación. Las sanciones no tardaron en llegar: los suizos Alex Zülle, Laurent Dufaux y Armein Meller fueron condenados a ocho meses de inhabilitación. Virenque se retiró y, poco después, también fue formalmente condenado por doparse. La carrera, que se seguía disputando mientras tanto, fue muy convulsa: las discusiones entre el director del Tour, Jean Marie Leblanc, y los de los equipos, fueron constantes. Desde entonces, nada ha vuelto a ser lo mismo en el ciclismo, el dopaje ha salpicado a grandes campeones como Marco Pantani o Jan Ullrich. Tras la Operación Puerto, llevada a cabo por la policía española en el año 2006, parecía que iba a haber un antes y un después en el ciclismo, en el que nunca más se volvería a hablar de EPO, anabolizantes u otras sustancias dopantes. La UCI -Unión Ciclista Internacional- incrementó, si cabe, el rigor de los controles que pasaban los ciclistas: a los análisis de sangre por sorpresa, que ya eran tradición en el pelotón, se unieron un contrato que obligaba a todos los profesionales a donar su sueldo de un año en caso de dar positivo en algún test antidoping, así como el control exhaustivo de los entrenamientos en solitario de los corredores (quienes tenían que estar disponibles para pasar cualquier tipo de prueba que le ordenara el equipo, así como facilitar en qué lugar se estaba entrenando y en qué condiciones). Todos los ciclistas pasaron por el aro y admitieron estas imposiciones: así se inició el Tour 2007. En las tres semanas que duró la ronda francesa, el ciclismo sufrió el tiro de gracia: el líder Rasmussen tuvo que abandonar la carrera porque había vulnerado la reglamentación de la UCI (no estuvo localizable durante el mes de junio cuando su equipo le requirió para un control). Además, otros ciclistas de renombre como Alexander Vinokourov, Patrick Sinkewitz, Cristian Moreni y Alessandro Petacchi tuvieron que dejar la carrera por dar positivo por EPO u otras sustancias.
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